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Una vez que descubría el ansiado secreto, aunque fuese la cosa más baladí, recobraba la calma y serenidad, volvía a su ser dulce, pacífico, inofensivo. Algunos sujetos maleantes, como don Martín, el P. Narciso, D. Joaquín y otros, solían embromarla fingiendo algún misterio entre ellos, la atormentaban, le hacían perder el juicio de pura curiosidad.

Estas 24 horas tuvimos pocos vientos, mezclados con calma y tiempo nublado; solamente

Resolví, pues, decir por lo menos una palabra de despedida, y esperé con toda calma a que el viejo, que gemía y jadeaba todavía, estuviese lo bastante tranquilo para comprenderme. Entonces, dije: Debe usted encontrar natural, señor de Krakow... que con su salida contra mi amigo y contra su hijo, a quien quiero como si fuera mío, nuestras relaciones...

Charlamos; es decir, nos dirigimos uno al otro frases a medias palabras al uso campesino, esas interjecciones casi indias, breves y rápidas como las postrimeras chispas de los consumidos sarmientos. Al fin, pónese de pie el guarda, enciende la linterna, y piérdese su paso perezoso en la calma y obscuridad de la noche silenciosa...

Frío con el pavor tendí los brazos a donde estabas ... ya no estabas, y sólo hallé a mi lado un esqueleto, y al tocarle osado, en polvo se deshizo, que violento llevose al punto retronando el viento. Yo desperté azorado; mi cabeza hecha estaba un volcán, turbios mis ojos; mas logro verte al fin, tierna, apacible, y tu sonrisa calma mis enojos. LEONOR. ¿Y un sueño solamente te atemoriza así?

Llegó a la sacristía y encontró al Arcipreste, al ilustre Ripamilán, disputando como si se tratara de un asalto de esgrima, con aspavientos y manotadas al aire; su contendiente era el Arcediano, el señor Mourelo, que con más calma y sonriendo, sostenía que la Regenta o no era devota de buena ley, o no debía haber ido al teatro en noche de Todos los Santos.

Explíquese usted, doña Rita. ¿Por qué no viene usted a buscarme? ¡Conque usted no ha cumplido la orden de mamá! ¡Conque el general ha tolerado que Narcisito deje a usted plantada y se venga él en la berlina! ¡Doña Rita, es usted un monstruo! Pues, señor, meditemos con serenidad y con calma.

¿La conciencia? contestó Varmen. «Culpa no tiene quien hace lo que debe.» «Obrar bien... ¡Que Dios es Dioscontestó Varmen, con la calma propia en el momento de las grandes crisis. ¡Varmen! por última vez... ¿me desechas? , contestó Varmen con la palidez del pavor en el rostro, y la firmeza del buen propósito en el acento.

Recobré repentinamente mi sangre fría al ver tanta doblez y respondí con calma, casi con languidez. Tengo jaqueca; mira, estoy en traje de casa. Si quieres, no saldremos para ir á comer. Tengo aquí con qué improvisar una buena comida; nos quedaremos tranquilamente al lado del fuego y me harás compañía hasta muy tarde.

El cambio continuo de los secretos y la confianza de todos los momentos, hará nulos los efectos del tiempo y del espacio y disminuirá el rigor de la ausencia. Ya hemos previsto que la calma de tu carácter, la dulzura de tus costumbres y la gravedad de tu espíritu, te asegurarán días tranquilos y apacibles, que las tempestades del mundo casi no alterarán.