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Un berrido ensordecedor, un «¡che... e...e!» estridente, prolongado hasta lo infinito, como el grito de guerra de los pieles rojas, conmovía las calles.

Y por evitar prolijidad, desta manera estuvimos ocho o diez días, yéndose el pecador en la mañana con aquel contento y paso contado a papar aire por las calles, teniendo en el pobre Lázaro una cabeza de lobo.

A la turquesa á que se adaptan las anteriores reflexiones, se relacionan la generalidad de las vivientes hechuras que andan por esas calles de Dios respirando ciencia y saber. La pícara afición á las digresiones, más de una vez nos lleva fuera de Marianas, bien es cierto que aquellas islas son parte integrante de Filipinas y escribimos á la sombra de las conchas de su capital.

Llegaban unos tirando de sus caballejos con el serón cargado de estiércol, contentos de la colecta hecha en las calles; otros en sus carros vacíos, procurando enternecer á los guardias municipales para que les dejasen permanecer allí; y mientras los viejos conversaban con las mujeres, los jóvenes se metían en el cafetín cercano, para matar el tiempo ante la copa de aguardiente, mascullando su cigarro de tres céntimos.

Me acostaba, y la baraúnda de las calles zumbaba en mis oídos, y desfilaban, en hilera interminable, las figuras heterogéneas que en el día habían pasado ante mi vista.

, ... me vuelvo replicó la joven bajándose aún más el pañuelo de la cabeza para taparse la frente y embozándose con el mantón. Déjame ahora, que me voy por las calles. Echa á andar delante. Yo te seguiré nada más que hasta la esquina de la calle de la Verónica, porque me voy á la cervecería.

El aspecto de las principales calles de Lóndres es magnífico: el movimiento de los miles de carruajes de todas especies que inundan la poblacion, el inmenso gentío que pulula siempre en todas direcciones y por todas partes; sus millares de tiendas, todo el conjunto de tanta vida comercial, ofrece algo de maravilloso é imponente.

Abajo vereis, si contemplais, la ciudad desde la Plaza del Congreso, un enjambre de calles y callejuelas formando laberintos, y monumentos y edificios de las mas diversas formas, que resumen por decirlo asíla historia de Brusélas hasta principios del presente siglo.

Las calles estaban solitarias. Se habían ido a los campos los que horas antes las llenaban en ruidosa manifestación. Los desocupados se encerraban en los cafés, frente a los cuales pasaba apresuradamente el diputado, recibiendo al través de las ventanas el vaho ardiente en que zumbaban choques de fichas y bolas de marfil, y las animadas discusiones de los parroquianos.

El corazón le latía fuertemente; las piernas le temblaban; cuando quiso cantar en una de las calles más céntricas, no pudo; el dolor y la vergüenza habían formado un nudo en su garganta. Arrimose a la pared de una casa, descansó algunos instantes, y repuesto un tanto, empezó a cantar la romanza de tenor del primer acto de La Favorita.