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El caserío de Sariaya es muy limpio, viéndose entre sus ligeras construcciones de palma brava, caña, cabo negro y cogón, no pocas de sólidos y buenos materiales. El convento es muy espacioso, apreciándose desde sus galerías un lindísimo paisaje.

Guardóse el mismo órden en los alojamientos que el año antes se tuvo en el cabo de Artacio, quedando al parecer todos satisfechos y sosegados, se fué Roger á Constantinopla con cuatro galeras, y con parte de la infantería más escogida á verse con el Emperador Andronico, y darle la enhorabuena de la restauracion de tantas provincias del Asia, y recibir juntamente mercedes y honras debidas á tantas victorias.

Yo os confieso, señores, que la ambición me induce a señalarme en la India en empresas guerreras, pero como no cuento con muchos soldados para eclipsar allí las hazañas de Alejandro de Macedonia, preferiría yo sin estrago y sin sangre emprender y llevar a cabo un propósito que me daría gloria nueva y sin rival entre los seres nacidos de mujer: la gloria de circunnavegar este planeta.

Vaya, vaya, ya estás aquí de más, Jacinto dijo al cabo ella haciendo esfuerzos inútiles por ponerse seria. Si no te vas en seguida te restrego la cara con ceniza. ¡Ca! No haría ella eso: no se atrevería á tanto. ¿Que no me atrevo? ¡Ahora verás! Y tomando un puñado de ceniza se lo arrojó á la cara. Jacinto comenzó á toser y estornudar porque se le había metido por boca y narices.

Al cabo, las damas fueron sentándose en sus respectivos sitios, y los galanes se replegaron de nuevo hacia las puertas, limpiándose el sudor con el pañuelo.

Cerca del mar, y casi junto á las hileras de arena, hay una laguna grande, llamada la Mar Chiquita, que está cerca de cinco leguas del cabo de Lobos, teniendo otras tantas de largo, aunque solo dos ó tres millas de ancho. Es salada, y tiene comunicacion con el Océano por un rio que atraviesa los bancos de arena.

Necesitaban llevar a cabo prodigios de estrategia para no ser advertidos: a veces pasaban cuatro o cinco noches sin poder decirse siquiera una palabra.

Un gran siseo sumergía y apagaba aquel grito interrogante. Reinaba otra vez el silencio. Pero cuando parecía que todo iba a quedar sofocado se oía otra vez a Timoteo que desde el centro clamaba con voz agria: ¡Es que yo deseo saber por qué me pega a ese tío gordo! Al cabo estas preguntas peligrosas se fueron atenuando; se hicieron más raras y débiles.

Apartando en seguida la mirada que había fijado en los mensajeros, volvió a ponerse al trabajo. Al cabo de un mes Sara casó con William Dane, y muy luego, los hermanos del Patio de la Linterna supieron que Silas Marner había abandonado la ciudad.

Al cabo llegaron a un ancho espacio, casi despejado de árboles, y en cuyo centro se alzaba un grande edificio de extraña arquitectura, palacio, fortaleza o tal vez abandonado asilo de anacoretas penitentes. Los peregrinos le visitaron y reconocieron, hallando que en él no vivía nadie.