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Sin duda, la primera mujer en persona la seguiría pronto allí, o tal vez tendría una tercera mujer de cabello rojo, no castaño sino rojo. Como es natural, la niña, Carolina, se parecía a su madre, y así, lo sería todo menos bonita.

Esto me da pena, porque tengo mucho amor propio, y lo siento además por mi padre. También él, se lo aseguro a usted, es demasiado joven para . Físicamente tiene el aspecto bastante aviejado; es grueso, algo cargado de espalda, muy calvo y tiene un cerquillo de cabello blanco que le hace parecer un fraile, mucho más, con una especie de solideo redondo que usa por casa y que completa el parecido.

La marquesa no se saciaba de mirar al retrato. ¡Era tan parecido; era la pintura, como de Madrazo, tan fina, tan conforme con la distinción, elegancia y gracia del original! ¡Qué admirable aquella circumpostura del cabello abundante, guarneciendo el rostro, no ciertamente muy oval, antes bien tirando a una redondez algo voluptuosa! ¡Qué palidez tan encantadora! ¡Qué armonía entre lo enfermizo y las inexplicables seducciones! ¡Y aquella mano blanca recogiendo la negra mantilla, qué airosa, qué viva en su admirable modelado!... A la madre se le escaparon en un murmullo de dolor estas palabras: «¡Pobre hija mía! ¡Pobre pecadora!».

¡Dejadme ir a tierra! exclamaba el pobre Capitán, mesándose el cabello . ¡Dejad que vaya a vengar a mi tripulación! ¿Para haceros matar, señor? respondía el viejo piloto . No; hemos hecho todo lo posible por salvarlos, y no debéis seguir exponiendo vuestra vida ni la de vuestros sobrinos.

El cabello negro y áspero tenía bastantes canas, y generalmente se veía la potente cabeza apoyada en una mano negra, tostada, cuyas venas retorcidas y tendones y músculos recordaban la mano que D. Quijote enseñó a Maritornes cuando lo colgaron del tragaluz de la venta. En un velador cercano tenía el guerrillero medicinas que tomaba cartas que leía, tabaco, un libro, un rosario y una pistola.

Vino por fin el día, y entonces Pacorrito se vió en su antigua forma; pero todo de un color, y al parecer de una misma materia: cara, brazos, ropa, cabello y hasta los periódicos que en la mano tenía. »Ya no me queda duda exclamó llorando por dentro. Soy mismamente como un ladrillo. Vió que frente á él había un gran cristal con algunas letras del revés.

Ninguna dama ni caballero, se atrevian ya á permanecer solos á su lado. Sus ensangrentados ojos, su descarnada cara, su descompuesto cabello, todo inspiraba horror.

Era una hija muy amante y dedicada a su padre. Ahora es la dueña de todo, según nos ha dicho el señor Ford cuando estuvo aquí, hace unos tres días. , todo es de ella le dije; y espero que usted y su esposa la servirán tan fielmente y tan bien como lo han hecho con su padre. Trataremos de hacerlo, señor fue la respuesta del grave servidor, de cabello gris.

Rita tenía el blanco mate limpio y uniforme de las estatuas de mármol; su hermoso cabello era negro; sus ojos, notablemente grandes, de un color pardo oscuro, guarnecidos de grandes pestañas negras y coronados de cejas que parecían trazadas por la mano de Murillo.

Cuando se quedó sola en su tocador, se puso a despeinarse frente al espejo; suelto el cabello, cayó sobre la espalda. «Era verdad, ella se parecía a la Virgen: a la Virgen de la Silla... pero le faltaba el niño»; y cruzada de brazos se estuvo contemplando algunos segundos. A veces tenía miedo de volverse loca.