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Y, diciendo esto, se sentó en mitad de la sala, en el suelo, molido y quebrantado de tan bailador ejercicio. Hizo don Antonio que le llevasen en peso a su lecho, y el primero que asió dél fue Sancho, diciéndole: ¡Nora en tal, señor nuestro amo, lo habéis bailado! ¿Pensáis que todos los valientes son danzadores y todos los andantes caballeros bailarines?

En seguida, alzando la voz, y señalando hacia las cuadras vecinas: ¡A la enorme felonía gritó de esos malos caballeros! Por Dios, hable vuesa merced más bajo, que pueden oílle interrumpió Ramiro, agregando: De suerte que vuesa merced lo sabe también por... Por esta rapaza contestó el Canónigo señalando a Casilda.

Pusiéronme una cadena, más por señal de rescate que por guardarme con ella; y así, pasaba la vida en aquel baño, con otros muchos caballeros y gente principal, señalados y tenidos por de rescate.

Ni el uno ni el otro articularon palabra clara al saludar a don Alejandro; y Dios sabe qué término hubiera tenido aquella escena a no desenlazarla don Claudio Fuertes de este modo: Aquí, caballeros, no hay otra novedad que un levísimo dolor de cabeza que ha cogido Nieves esta mañana en un largo paseo, a pie y al sol: una verdadera temeridad... cosas de chicas jóvenes, muy fiadas de su resistencia.

Dimmesdale, su piadoso pastor espiritual, se aflige profundamente de que escándalo semejante haya sucedido en su congregación. Los magistrados son caballeros llenos de temor de Dios, pero en extremo misericordiosos, esto es la verdad, agregó una tercera matrona, ya entrada en la madurez de su otoño. Á lo menos deberían haber marcado con un hierro hecho ascua la frente de Ester Prynne.

-No digo yo, Sancho -replicó don Quijote-, que sea forzoso a los caballeros andantes no comer otra cosa sino esas frutas que dices, sino que su más ordinario sustento debía de ser dellas, y de algunas yerbas que hallaban por los campos, que ellos conocían y yo también conozco.

Entre los rudos hombres de guerra y los elegantes caballeros resaltaban los hábitos negros de ciertos eclesiásticos con bigotes y barbillas, ostentando altos bonetes de borla. Unos eran dignatarios eclesiásticos de Malta, a juzgar por la insignia blanca que adornaba su pecho; otros, venerables inquisidores de Mallorca, según la leyenda que ensalzaba su celo en pro de la fe.

Este libro fué formado para divertimiento del rei, de la reina doña Maria, del principe don Enrique i de las damas i señores i caballeros de la córte, i pára MS. en la biblioteca del Escorial.

¿Cómo si es así? -respondió don Quijote. Lo que yo quiero decir -dijo don Lorenzo- es que dudo que haya habido, ni que los hay ahora, caballeros andantes y adornados de virtudes tantas.

-Hay mucho que decir -respondió don Quijote- en razón de si son fingidas, o no, las historias de los andantes caballeros. -Pues, ¿hay quien dude -respondió el Verde- que no son falsas las tales historias?