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El marqués la contemplaba con mirada incierta, aun dudando todavía, pero la confidencia que acababa de brotar del corazón y de los labios de la vizcondesa tenía tal sello de verdad, que por misma se imponía; así lo comprendió rápidamente el marqués, y tomando con efusión las manos de la de Aymaret, mientras se sentaba delante de ella abrumado y confuso: ¿Es posible?... le dijo . , yo que nunca falta usted a la verdad... ¡Oh! que Dios le premie el bien que me ha hecho usted... ¡Oh! ¡cuan agradecido le estoy!... ¡No me da usted la dicha, ay!... pero al menos me devuelve carácter y honra.

Ya se ponía pálida, ya se cubrían de púrpura sus mejillas. Hasta cuando exclamó D. Carlos recitando: "Pues¡qué! ¿te he dado en balde tanta prueba De amor?" vió ó imaginó ver D. Fadrique que los párpados de Doña Clara se contraían más de lo ordinario, como para recoger y ocultar indiscretas lágrimas, que ansiaban por brotar de los hermosos ojos.

En otro tiempo y otras circunstancias, el conocimiento de aquella pasión tan celosamente oculta, hubiera sido para él motivo de insensata delicia. Ahora era causa de aflicción, con un algo de reminiscente melancolía. Se le representaron los días en que ella le intimidaba con sus desvíos vagos, cuando en las frases de Julio moría la indecisa ternura como flor que al punto de brotar se hiela.

Parecía que era sustancia humana pero de una humanidad ruda, primitiva, inferior, hundida hasta el cuello en la ignorancia y en la materia la que nutría y hacía brotar con tan enérgica pujanza y savia tan copiosa aquella flora lúgubre por su misma lozanía.

Mientras le mostraba su preciosa colección con el gozo especial no exento de desdén con que los sabios enseñan sus trabajos a los profanos, le fué enterando de su vida sencilla. Al llegar a la enfermedad de su madre volvió a conmoverse y las lágrimas a brotar a sus ojos.

El resto de la conversación no fue escuchado por la joven. Un pensamiento desolador absorbía su espíritu. Pero en breve fue despertada por el alboroto de las despedidas. Promesas de volver a verse pronto, apretones de manos, actitudes coquetas, graciosas muecas, sonrisas afectuosas, todas estas manifestaciones vehementes parecían brotar de los sentimientos más sinceros.

La fundadora, atacada de una hilaridad convulsiva, se reía con toda su alma. Pero ven acá, pillo dijo secándose las lágrimas que la risa había hecho brotar de sus ojos , si contigo no valen buenos medios. Anda, hijo, el que te roba a ti..., ya sabes el refrán... el que te roba a ti se va al Cielo derecho. A donde vas a ir es al Modelo...

Sólo faltaba que me la repitiera él, y ya me la había repetido, sin que tampoco al oírla yo brotar de sus labios, trémulos por la pasión, saltaran a mi rostro «las lavas del volcán de mi dignidad ofendida». El mal espíritu me ataba de pies y manos para que fueran inútiles mis instintivas, resistencias.

A pesar del valer innegable y extraordinario de los soberanos consortes, de su energía subida de punto, de las terríficas y espantables anatomías que hicieron y de las sabias leyes que promulgaron, repito que no acierto á explicarme la aparición poderosa y preeminente de España entre las demás naciones, si el germen de su grandeza no hubiera estado latente, pero vivo y pronto á brotar, en las entrañas del pueblo todo.

Josefina vertía sus ideas en el ánimo de Lázaro como la tierra deja brotar el manantial, confiadamente, sin esfuerzo, y él la escuchaba más cuidadoso de evitarla los errores que de confirmarla las verdades.