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Yo vengo aquí, sin más autoridad que la del limpio corazón enamorado de lo sublime, a rememorar, siquiera sea brevemente, la vida meritísima y gloriosa, la vida llena de infinitas ternuras y cruentos martirios de ese enorme soñador melancólico, caballero de todas las justicias, que sufrió por la patria al través de los años de su existencia, cuanto hombre puede sufrir, y cayó desplomado de su corcel de guerra, para no levantarse jamás, como un Aquiles de poema, en la trágica hermosura del combate, peleando como simple soldado por la libertad, en un luminoso mediodía de mayo.... Yo vengo aquí a recordar sus doctrinas, su bello y magnífico ideal: la República con todos y para el bien de todos, la República de «ojos abiertos» y sin secretos, la República equitativa y trabajadora, ancha y generosa, altar de sus hijos y no pedestal de ellos, la República cuya primera Ley fuera el amor y el respeto mutuo de todos los derechos del hombre, la República culta, con los libros de aprender al lado de la mesa de ganar el pan, la República con su templo orlado de héroes, la República sin camarillas, sin misterios y sin calumnias, ¡la República! y no la mayordomía espantada o la hacienda lúgubre de privilegios y monopolios irritantes; la República justa y real en donde fuera un hecho el reconocimiento y la práctica de las libertades verdaderas.

En toda la casa no se oía ni el ruido de una mosca, pues el Ministro Plenipotenciario del principal era hombre solo, y fuera de las noches de recepción, que eran muy contadas, creeríase que allí no vivía nada. Por la solitaria calle de las Aguas se comunicaba brevemente Feijoo con su ídolo.

Ahora sólo diré brevemente alguna cosa de sus virtudes, reservando para mejor ocasión el dar por extenso relación completa de sus muchas empresas y acciones heroicas. Y en primer lugar diré de su pobreza religiosa.

Su melancolía creció, se puso descolorida y extenuada, y llegó á hacer temer graves peligros para su salud. Coletilla no pudo permanecer indiferente á la enfermedad de su protegida, y trajo un médico el cual expresó su dictamen muy brevemente, diciendo: "Si usted no manda á esta chica al campo se muere antes de un mes." El realista pensó que la muerte de aquella muchacha sería un contratiempo.

Aquí dejar agora yo no puedo De decir, y tocar muy brevemente Una maldad diabólica, y enredo Que el demonio fragó entre aquella gente Indiana; que en pensarlo solo quedo Confuso, y agenado de mi mente: Que una carta á los ingleses escribieron, Y en ella estas razones le dijeron.

El erudito don Diego Ignacio de Góngora consigna el caso brevemente en un manuscrito, y de él se viene en conocimiento de que el hijo del carnicero, favorecido por las sombras de la noche, penetró en la iglesia de San Roque con los más perversos instintos.

Pero antes de exponer brevemente el desarrollo posterior de este elemento, debemos echar una ojeada á los últimos vestigios del teatro antiguo y del culto pagano, en cuanto se refieren á nuestro objeto, y entonces veremos, por los resultados que ha de darnos, que tal propósito no puede calificarse de ociosa digresión.

Y, empujado por irresistible movimiento, fue a colocarse, casi oculto, tras la misma columna. De esta suerte, cuando Beatriz se halló a pocos pasos y Gonzalo se adelantó a ofrecerla el agua bendita en los dedos, Ramiro mojó a su vez, brevemente, los suyos, y los alargó también hacia ella, con gesto imperioso y tranquilo.

Con algun trabajo sin embargo puede el pensamiento entresacar y reunir muy preciosos fragmentos del interesante período del siglo XIII al XVI, y formar con ellos un pequeño museo fantástico de la arquitectura religiosa y monástica en Córdoba. Veamos, lector amigo, de agruparlos brevemente haciendo abstraccion de las edificaciones insignificantes en que estan perdidos.

No tardó en presentarse Federico de Tarlein. Me dijo brevemente que el Rey deseaba verme, y juntos cruzamos el puente levadizo y entramos en la que había sido cámara del duque Miguel. El Rey yacía en el lecho, tendido por el médico que nosotros habíamos llevado a Tarlein y que se apresuró a decirme en voz baja que abreviase mi visita. El Rey me tendió la mano y estrechó la mía.