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La maldita casualidad me llevó un día del Havre á Honfleur, á bordo de una embarcación que rebosaba de esos imbéciles. A pesar de lo corto de la travesía, como los señoritos se fastidiaban, organizaron un sarao. Verdad es que no se oían los acordes de su instrumento, pues, la profunda voz del mar, que solemne, formidable, bramaba á nuestro alrededor, ahogaba aquellos débiles sonidos.

La verdad me anonadaba y una rabia loca empezaba á hervir en mi corazón. Bramaba de rabia, en aquel saloncito en el que había pasado horas tan dichosas, al verme vendida y abandonada á la vez por mi amiga y por mi amante. Sorege en tanto estaba impasible y sin decirme una palabra de consuelo, como si contase para su triunfo con el exceso de mi mal.

Bramaba con bramidos la mar brava, La obscura y triste noche entristecia, Las crines y cabellos erizaba, El alma y corazon amortecia; El sexo femenil que lamentaba, En aprieto y angustia mas ponia, Lágrimas, y sollozos, y gemidos, Suspiros, gritos, llantos, alaridos.

Yo, la mujer desenvuelta, fría y despreocupada de los salones; la dama de los grandes recursos para la intriga; la afamada humorista de las ocurrencias felices, ni siquiera di en el sencillo intento de deshacer con una negativa terminante aquella tempestad de desdichas que bramaba sobre mi cabeza..., porque me hubiera bastado eso solo para conseguirlo: después me he convencido de ello pensándolo con serenidad.

Volvió la cara para no verla, para no ver las lágrimas gruesas que corrían por las mejillas de Isidora, lava de su orgullo que como ardiente volcán bramaba en su pecho. Sin decir nada, vistiose ella. Botín tomó entonces un tonillo conciliatorio. No era todo lo fiera que es necesario ser para habitar en medio de los bosques. Tenía algo de hombre, si bien nada de caballero.

¡Aquí tienes a este morral! bramaba el tabernero . Ha estao hecho un maleta. ¡Y para esto me gasto yo el dinero!... Levantábase iracundo el temible garrote, y el hombre vestido de seda y oro, el que había asesinado poco antes a dos pequeñas fieras, intentaba huir, ocultando la cara tras un brazo, mientras la madre se interponía entre los dos. Pero ¿no ves que viene herido?

El desgraciado había recibido una terrible herida en el vientre, y falto de palabra para expresar su padecimiento, bramaba, aspirando con ansia el aire inflamado, sacudía el cuello; parecía dar a entender que hallando un charco de agua en que remojar la lengua, sus dolores serían menos vivos, y al fin se abandonó a su suerte, tendiéndose sobre el campo, indiferente al ruido del cañón y al toque de degüello.

En la puerta de la tapia me esperaba Allen con el caballo. Lo sostuvo de la brida para que yo pudiese montar, y me dijo: No necesitará usted guía, ¿eh? No. El caballo sabe el camino; le dejará a usted en la herrería de Aspillaga. Muy bien. La noche había aclarado; la luna, en creciente, aparecía envuelta en nubes, y su luz alumbraba con vaguedad el mar. El viento bramaba furioso.

Más aún que los sablazos, irritaron a la manifestación los palos de ciertos hombres sin uniforme que iban en el entierro escuchando lo que se hablaba en los grupos, y que, al sonar los primeros golpes, habían enarbolado el vergajo, apaleando en derredor suyo. La muchedumbre bramaba contra los canallas de «la secreta».

Esta mañana me decía: «Siempre que ni ni mis hijos me falten de este mundo, lo demás poco me importa; mis bienes y mi felicidad están en vuestros corazonesDespués ha rezado conmigo mientras la tempestad bramaba furiosa y rompía las ramas de los árboles. Los pobres aldeanos lloraban en el patio al ver la catástrofe. He leído esta noche Un viaje a los Pirineos, por M. Dusaux.