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A pesar de esto, conseguí a fuerza de lágrimas, que recogió con respeto, el que pronunciara de una manera conveniente el nombre del duque de Orleans, en aquel homenaje a los Borbones. Hízolo, pero resultó desgraciado al querer expresar un sentimiento que su corazón no sentía.

En una misma fecha cayeron, pues, dos cosas seculares, el trono aquel y la tienda aquella, que si no era tan antigua como la Monarquía española, éralo más que los Borbones, pues su fundación databa de 1640, como lo decía un letrero muy mal pintado en la anaquelería. Dicho establecimiento sólo tenía una puerta, y encima de ella este breve rótulo: Rubín.

Alfonso asegura que fracasarán y que los Borbones, a quienes ama como yo, habrán de sucumbir ante el espíritu público en el caso que acepten la batalla. Acaso tenga razón; muchas veces se ve mejor el estado del país desde fuera que desde dentro.

La Francia, después del Terror, después de la impotencia y desmoralización del Directorio, se entregó a Napoleón que, por un camino sembrado de laureles, la sometió a los aliados que la devolvieron a los Borbones. Rosas tuvo la habilidad de acelerar aquel cansancio, de crearlo a fuerza de hacer imposible el reposo.

La causa de mi excesiva alegría por la vuelta de los Borbones, fue porque esperaba que la familia no se opondría entonces a esta necesidad de obrar, y que estos príncipes, a quienes habíamos servido en la desgracia, emplearían a mi hijo en alguno de los muchos cargos de que ha de ser capaz; ¡pero después de tres años no hemos tenido de ellos ni una sola mirada!

El esperaba defender a la vez, siguiendo las huellas de M. de Serres y de M. Lainé, sus maestros y sus modelos, los Borbones, el ídolo de su padre, y la constitución liberal, satisfacción entonces de su espíritu.

Si es lo que yo os predico siempre exclamaba al llegar aquí la lectora, tomando la ampolleta . Los peorcitos están arriba, arriba. Quien no lo ve, ciego es. El mismo día en que se proclamó la libertad y se le dio el puntapié a los Borbones, había yo de publicar un decreto... ¿sabéis cómo? He dicho». ¡Bien, bien! ¡Venga de ahí! ¡Esa es la fija! Y a que no me digan....

M. de Polignac ha insistido, y mi hijo le ha contestado que de ninguna manera quisiera él arriesgarse a ser cómplice de un golpe de Estado contra la Carta: que este golpe de Estado, en su opinión, derribaría los Borbones; que él sabe perfectamente que M. de Polignac no abriga actualmente la intención de darlo, pero que la hostilidad recíproca entre el ministerio y el país, llevaría mal de su grado a monsieur de Polignac a un resultado fatal; termina rogando a M. de Polignac que se sirva olvidarlo para estos asuntos.

Venga ese stock a la industria, y hablaremos. A esta clase de argumentos se añadían, por vía de adorno, aperitivo y complemento, otros de carácter general; v. gr.: lo atrasada que estaba España, a pesar de la riqueza del suelo y el subsuelo; en concepto de Körner, tenían la culpa la Inquisición y los Borbones, y después el mal ejercicio del régimen constitucional, que ya de por no era bueno.

Los monarcas de España, a excepción de los primeros Borbones, fueron unos criados de la Iglesia. En pueblo alguno se ha visto tan palpablemente como en este país la solidaridad entre la religión y la monarquía. La religión logra existir sin los reyes, pero la monarquía no puede vivir sin la religión.