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Llegó hasta sus oídos el repiqueteo de una campanilla, el rumor de la gente al arrodillarse o al ponerse de pie, y una voz conocida, la voz del tío Ventolera, lanzando en tono cantable las respuestas de la misa con el estridor de su boca sin dientes. La gente aceptaba sin reírse estas ingerencias de su locura senil.

No te encarames, o te vas de aquí más pronto que la vista. ¿En dónde está Pecado?». Para preguntar, los sabios y los chicos. La Sanguijuelera, cansada de responder a la misma pregunta, le cogió con una mano los dos carrillos, estrujándoselos, con lo que la boca del Majito resultó como una guinda. Le dio un beso en ella, diciéndole: «¡Qué pesado eres..., y qué rebonito!».

Estos ojos fueron los que me miraron con severidad que me turbó; esta boca fue la que con voz tan solemne como cascada, tomó la palabra y dijo: «¡Oh extravío de las imaginaciones juveniles! ¡Oh ruindad de sentimientos! ¡Oh corrupción del siglo! ¡Oh bajeza de ideas! ¡Oh pérdida del buen gusto! ¡Oh aniquilamiento de las clásicas reglas! ¿Hay más formidable máquina de disparates que la que usted escribió ni mayor balumba de despropósitos que la que esa señora y ese caballero han dicho? ¿En qué tiempos vivimos? ¿Qué república tenemos?

5 Como de sebo y de grosura será saciada mi alma; y con labios de alegría te alabará mi boca, 11 Y el rey se alegrará en Dios; serán alabados todos los que juran por él; porque la boca de los que hablan mentira, será cerrada. 1 Al Vencedor: Salmo de David. Escucha, oh Dios, mi voz en mi oración; guarda mi vida del miedo del enemigo.

¡Rubia! exclamó muy turbado. ¡Tiene un ligero acento francés y se ha teñido de rubio! ¡Vamos! querido, ya verá usted cómo todo le sale á pedir de boca: Jenny resultará, de fijo, una verdadera morena y una falsa americana... Pero baja el telón. Vamos al escenario, si usted quiere; hablaremos con la prima donna y la invitaremos á cenar.

Pero llegaba la primavera y ella misma, ella le buscaba los besos en la boca; le remordía la conciencia de no quererle como marido, de no desear sus caricias; y además tenía miedo a los sentidos excitados en vano.

Vaya si existía. Lo que tiene es que entonces el novio o el marido, a quien yo le consagraba, era soñado, hecho a pedir de boca, relleno de perfecciones. Los chiquillos, que me fingía y me finjo aún, son unos querubines. Por mucho que valga Pepe Güeto, pierde cuidado que no valdrá, ni con cien leguas de distancia, el marido que yo soñé.

Esta es la razon de por qué está indicada en la peritonitis, en su período de exudacion, con calosfríos cuando el enfermo se destapa, sudores muy abundantes y que no alivian, estado nervioso grave, caracterizado por el calor ardiente y la sequedad de la boca, la lengua de un blanco sucio, hendida y negruzca, las mejillas encendidas, delirio, debilidad estrema.

Le hablaba a poca distancia de su rostro; sentía en sus mejillas el aleteo de aquella boca, su respiración tibia, que le cosquilleaba con intensos estremecimientos. Y al mismo tiempo sus manos, finas y ágiles, le empujaban cariñosamente, quitándole con rapidez la chaqueta y el chaleco. Sintió sobre sus hombros la caliente caricia de la capa de pieles.

En cuanto al recibimiento que merecimos, nada puedo decir que no ceda en honor de aquella bondadosa y liberal familia. Mi pobre mujer estaba allí como raton en boca de gato, á despecho de su fecunda locuacidad. Una señora que estaba á su lado, la dirigió no qué pregunta en francés.