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Bruscamente, como un niño cogido en falta, deja caer el bordado; la joven aparece en la esquina de la casa conduciendo alegremente a un hombre de aspecto rollizo, cubierto de harina, que trata de librarse con ademán torpe de las manitas que lo sujetan, y esparce a su alrededor densas nubes de polvo blanco. Ese hombre es... no cabe duda es... ¡Martín! ¡querido Martín!

Enormes lápidas de piedra con caracteres latinos cantaban la gloria de los diversos príncipes soberanos que habían hecho construir estas costosas obras de defensa, ahora anacrónicas é inútiles. Lubimoff esperaba ver surgir de las garitas algún granadero de uniforme blanco y vueltas de grana, llevando sobre el negro mostacho y la peluca con polvos una mitra de oro.

No trata de nada; es un libro en blanco. Como una bella conoce de rigor a los hombres de talento en todos ramos, es un libro el álbum que la bella envía al hombre distinguido para que éste estampe en una de sus inmensas hojas, si es poeta, unos versos, si es pintor, un dibujo, si es músico, una composición, etc.

Y de como esto oyó el del gabancillo y muleta, el manco y de entrambos ojos mal parado, aquél emparchado y éste manantial y bermejizo, así comenzó a perorar: ¡Oh, caballeros, gente honrada, acudan a socorrer a un león de España, que aquí y allá y por diversas regiones y apartados países ha dado bizarras muestras de su persona en muchos encuentros y batallas, asaltos y escaramuzas; el que siempre acompañó al rayo de la guerra, el glorioso imperante D. Carlos, y que se encontró en cuanta jornada de importancia ha tenido lugar de diez años para acá; al que se halló, tuvo parte y puso mano en aquella famosa de Pavía, rindiendo a más de cuatro que decían mon dieu, y al que miró no de lejos aprisionar al rey Francisco, y no quiso su mala estrella ponerle tan cerca que le cogiera alguno de aquellos diamantes tamaños como nueces que llevaba al cuello, cosa que al rey de los lamparones no le hubiera hecho mayor mal, y a estorbara estos pesados trabajos! ¡Señores, al soldado pobre que ha sido blanco en su cuerpo de sendas rociadas de arcabucería, botes de las lanzas y cintarazos de los infantes! ¡Al soldado, señores, al soldado que forzó sobre el campo de batalla a decir viva España, y en distintas y endiabladas lenguas, al francés, al tudesco, al esguízaro, al italiano, al turquesco y cuantos soldados hay en el universo mundo; al estropeado, mal parado y peor herido arcabucero Moyano del Cigarral! ¡Caballeros, gente honrada, acudan, alivien, ayuden y den socorro al más granado de la compañía del bravo Francisco de Carvajal, al arcabucero Moyano!... Pero, Mercado hijo, nadie mosquea; ¿es que vuelven atrás, o que se traga la tierra a los paseantes?

Esta accion electiva se espresa: 1.º por calambres y convulsiones que difieren de las de la nuez vómica, y tienen un carácter de tonicidad que las hace análogas á las del eléboro blanco; 2.º por un malestar considerable y la debilidad muscular de los músculos voluntarios.

Y la vieja, con la inquietud del miedo, temiendo que le arrebatasen aquellas riquezas, a las que amaba como su propia vida, desapareció en el túnel oprimiendo entre sus brazos el blanco envoltorio. Se había despedido de Isidro apresuradamente. ¡Que le trajese el biznieto apenas naciera! Se contentaba con verlo una vez, y luego morir, dejándole sus riquezas.

El apóstol Santiago, montado en su caballo blanco, se aparecía en las más sangrientas batallas de Alburquerque e iba matando moros.

La capilla de las Reyes contiene allí, entre muchas riquezas de ornamentación, dos tumbas monumentales de mármol blanco, asombrosamente preciosas por sus líneas delicadas, su inmensa labor y sus relieves de un gusto artístico insuperable. La una de esas tumbas es la de Isabel y Fernando, con sus cuerpos íntegros en relieve; la otra de Felipe I y Juana la loca, de iguales condiciones.

Allá, entre las palmeras, brilla, blanco y como de encaje, el minarete del palacio de arquerías de Argel, por donde andan, como reyes presos, los árabes hermosos y callados.

Era blanca la casa, blancas las persianas, blanca la verja, blanca la tienda de campaña de blanco pabellón ya levantada en la playa, blanca la lancha amarrada a la orilla; blancos los rosales que florecían en los cuadros, los geranios que adornaban la entrada y los claveles que perfumaban el jardín.