United States or Niue ? Vote for the TOP Country of the Week !


Le embadurnaba con la pasta blanca, pugnando por sostener al paciente, que intentaba librar los ojos y la boca del tormento de la escoba.

Doña Blanca, no bien entró su hija, supo dominarse y recobrar su calma habitual. Un poco más tarde vino el benigno D. Valentín, y todos fueron á comer como si tal cosa. El P. Jacinto echó la bendición al empezar la comida, y rezó al sentarse y al levantarse. Ya de sobremesa, tuvo efecto la grata sorpresa de la corza. Clarita la halló encantadora.

Agradóme mucho esta gente, que es agigantada, hermosa de rostro, blanca, despejada, muy culta y aseada en su vestido.

Clementina quedó petrificada, lívida, mirándoles con ojos donde se pintaba más el espanto que la cólera. Hubo un instante en que estuvo a punto de perder el sentido, en que todo comenzó a dar vueltas en torno suyo. Pero su orgullo hizo un esfuerzo supremo y permaneció clavada al suelo, inmóvil como una estatua de yeso, y tan blanca.

La vida es breve, muy breve; y si se comienza andando muy de prisa, se va por la posta. Cuando quieras fijarte en ello, tendrás la cabeza blanca y la cara llena de arrugas; y de allí ya no se retrocede ni con la fuerza de la desesperación: al contrario, cuanto mayor sea el empeño, más irresistible es el empuje del tiempo, que no para jamás.

Mucho lisonjean mi orgullo de madre interpuso Doña Blanca, esos encomios de Clarita que oigo en boca de V.; pero mi amor á la justicia me induce á creerlos exagerados.

El sabía y conocía su situación; encontraba alegre la vida en el salón de Fernanda y de Blanca, hacía en él sus campañas amorosas y perdía como todo hombre feliz en amores, sus buenos billetes de banco.

Maximiliano contempló un rato el grupo fotográfico de las chicas de Samaniego, Aurora y Olimpia, con mantilla blanca, enlazados los brazos, la una muy adusta, la otra sentimental. ¿Por qué miraba aquello? Su turbación le llevaba a colgar las miradas aquí y allí, prendiendo el espíritu en cualquier objeto, aunque fueran las cabezas de los clavos que sostenían los retratos.

Lucía sacó á Clara fuera de la alcoba, sosteniéndola por debajo de los brazos y tirando de ella. Doña Blanca, entre tanto, no pudiendo resistir más á la honda emoción, extenuada, rendida, cayó de nuevo en la cama, con temblor convulso y rigidez de los tendones, lo cual fué cediendo con lentitud y dando lugar á un desfallecimiento profundo.

Nosotros también vamos, qué diablo, pero no se nos ha ocurrido vestirnos como usted... Es que yo no voy solo contestó mi tío. ¡Cómo! ¿persigue alguna aventura entre telones? preguntó don Benito con sorna. No... déjense de bromas, acompaño a la familia de Montifiori, a Blanca... ¿Usted? inquirió don Benito, apuntándole con el dedo. , yo, ¿qué tiene de extraño?