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Elegido el punto más cercano, tuvo que ser, por precisión, un pequeño bosque de cajigas ó de castaños, verde, fresco, frondosísimo, bello como es la naturaleza aquí hasta en su menor detalle.

Y emprendió de nuevo su camino que se acercaba cada vez más a la orilla del mar, para bajar por una rampa suave a Peñascosa. La luz desaparecía por momentos. El frío aumentaba. El océano en calma había perdido su bello color azul, cambiándolo por otro gris con reflejos acerados.

Esta invitación al matrimonio, aunque dirigida al bello sexo en general, iba en particular, según la opinión pública, a cierta bella estanquera de la calle de Caborana, cuya amor pretendía Sinforoso hacía algunos años sin resultado.

Si yo fuese padre de familia, preferiría confiar mis asuntos a un hombre prudente, y no a un héroe de aventuras dudosas, etc., etc. Pero la opinión del bello sexo, que es la que prevalece, habíase declarado en favor del héroe de Parthenay.

Habría que recorrer todas las joyerías de París y no se encontrarían otras semejantes, dijo Mauricio examinando los pendientes como artista enamorado de todo lo bello. La señorita Guichard no pronunció más que una palabra: ¡Soberbios!

Al norte se ven mas ó menos las montañas de Córdoba, contrafuertes de la Sierra-Morena Por último, tendiendo la vista al oriente, en la dirección de la alta Andalucía, se ven llanuras hermosas que se van levantando insensiblemente hasta perderse en las ondulaciones de colinas y cerros que giran por el centro de la hoya del Guadalquivir hacia Jaén. El horizonte es inmenso y admirablemente bello.

Diana, la de argentinos rayos, contempló al través de las desgarradas nubes aquel lugar selváticamente bello. Toda impureza humana se había fundido, todo rastro de dolor terreno había desaparecido bajo el inmaculado manto tendido misericordiosamente desde arriba.

Así vivían apegados, desde tiempo inmemorial, á lo exclusivamente suyo: y en usos, traje, acento, y hasta lengua, fueron siempre en Santander lo que el peñasco en la mar: bello para el artista; un estorbo para los múltiples fines de las humanas ambiciones. En tal estado de virginidad recibió esta gente las primeras noticias del acontecimiento de que íbamos hablando.

Hallaban, pues, las gentes, como lo hemos dicho antes, que llevaba con demasiada despreocupación el duelo de un hombre muerto por ella, que, cuando menos, había sido su amigo. ¡Esto no es animador! dijo un día el bello Saville a la señora de Hermany ; si el pobre de Lerne resucitase por algunos instantes, su asombro no tendría límites. ¿Por qué, amigo mío?

Nanar, en vez de contestarme, hizo venir al punto a todas las bayaderas y cantatrices que había en el alcázar: se entiende que fuera del recinto, harén o como quiera llamarse, reservado a sus mujeres. Las tales sacerdotisas de Milita pasaban de novecientas, y eran de lo más bello y habilidoso que a duras penas pudiera encontrarse en toda el Asia.