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Ramiro cercó con su brazo el cuello de la niña oprimiéndola con dulzura. Sintió entonces el impulso frenético de poner sus labios sobre los labios de la doncella, de beber y morder en ellos el amor, la lujuria, el delirio, ¡locamente!, y la atrajo por fin hacia él con rabiosa vehemencia. Beatriz lanzó un grito: ¡Alvarez! Uno y otro volvieron el rostro.

Abandonada Beatriz por , murió a poco trágica y misteriosamente. No falté yo a ninguna promesa, porque nada había prometido. Fueron, no obstante, enormes mi pena y mi remordimiento. Y más aún, cuando, poco tiempo después, tuve un raro encuentro en Sevilla.

A doña Beatriz de Vargas se le podría continuar, siendo V. Magd. servido, lo mismo que ahora se le da, porque he entendido que su necesidad es muy grande y que en esto consiste su principal sustento.

La tertulia duraba de ordinario hasta cerca de las dos; pero don Braulio y sus damas solían irse antes de la una. Así lo hicieron aquella noche. El Conde de Alhedín, aunque no tenía gana de más tertulia, no se atrevió a irse cuando se fué doña Beatriz, ni inmediatamente después. Se quedó, entrando en el corro general de los que estaban allí hasta última hora.

Vaya usted mañana a verme a las dos concluyó la señora de Aymaret . Tenemos que tratar una cuestión muy seria, el de la conducta a seguir respecto a Beatriz. Hasta mañana, pues, señora... y todavía una vez gracias mil... ¡Oh, gracias mil! Y ganó la puerta del corredor mientras que ella entraba en su palco.

Beatriz de Miranda otorgó carta de ahorramiento en favor de su esclava Catalina, morisca, herrada en la barba y en un carrillo, 20 de Enero de 1539 . Jerónimo Delcia, colchero, vendió un esclavo indio á Diego Hernández Farfán, llamado Hernando de 24 años con vn letrero en la cara con unas letras que dizen esclavo de Juan Romero ... 7 de Diciembre de 1554 .

Por el oficial supo el Conde asimismo que don Braulio no hacía más que un mes que estaba en Madrid; que disfrutaba un sueldo de 3.000 pesetas, menos el descuento; que tenía fama de excelente empleado; que la iba justificando con trabajos que el mismo Ministro le encomendaba; que era un hombre de cuarenta y cinco a cincuenta años de edad, aunque parecía más viejo, porque estaba bastante calvo y muy achacoso; que sólo llevaba tres años de matrimonio; que no tenía hijos; que su mujer, doña Beatriz, y la hermana de su mujer, llamada Inesita, eran de un lugar de la provincia de Córdoba, donde él había estado de Administrador de Rentas; que poco después de la boda le habían trasladado a Sevilla con ascenso; que en Sevilla él y su familia habían vivido muy apartados del trato de las gentes; que ahora vivían en la calle del Olivo, en el piso tercero de una casa cuyo número también le dió, y que eran todos tan hurones, que apenas se trataban en Madrid con alma viviente.

En la más alta cima de la Peña, creyó distinguir con envidia al enamorado Bernardín Riveiro, que todavía oteaba la extensión del Atlántico y buscaba con lágrimas la estela de la nave que le arrebató a doña Beatriz.

Braulio es viejo... ¿Le amas de amor? El alma de Braulio es hermosa; el alma de Braulio es inmortalmente joven. ; le amo de amor. ¿No has amado nunca a otro hombre? Nunca. Mira bien en el fondo de tu alma. Beatriz, ¿no has amado nunca a otro hombre? Apenas comprendo lo que me quieres decir; pero no ha de quedarme el menor escrúpulo.

Merece observarse también, que en algunas de estas composiciones ofrece Calderón personajes, con el objeto, según parece, de burlarse con seriedad de su artificioso estilo gongorino. Tales son, por ejemplo, los de Beatriz y Moscatel en No hay burlas con el amor.