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Fue preciso variar el itinerario y bajar por la calle de Carretas a tomar la del Arenal. Cuando los soldados atravesaron la Puerta del Sol, nadie les hizo caso. La escena fue rápida y triste: a una parte alegría, voces, trallazos y ómnibus tomados por asalto: al otro lado, el batallón desfilando entre dos hileras de vagos, vendedores y curiosos.

47 Áhi comienzan sus desgracias, áhi principia el pericón, porque ya no hay salvación, y que usté quiera o no quiera, lo mandan a la frontera o lo echan a un batallón. 48 Ansí empezaron mis males lo mesmo que los de tantos; si gustan... en otros cantos les diré lo que he sufrido, después que uno está... perdido no lo salvan ni los santos. III Sirviendo en la frontera.

Contó en voz alta más de cuarenta vagones, sin poder llegar al término del convoy, oculto aún por una revuelta. Debe ser un batallón... todo un batallón en pie de guerra. Más de mil soldados dijo con autoridad, satisfecho de mostrar su buen ojo profesional ante los compañeros de mesa, que no le oían.

D. Ignacio de Rezaval, vecino y de este comercio; el Sr. D. Manuel de Velasco, Oidor de esta Real Audiencia; el Sr. D. Antonio Piran, Prior del Real Tribunal del Consulado; el Sr. D. José Merelo, Teniente Coronel y Comandante del batallon número 5; el Sr. D. Joaquin de la Iglesia, de este vecindario; el Sr. D. Francisco Tomas de Anzótegui, Oidor Decano de esta Real Audiencia; el Sr.

Se adivinaba en ellos al batallón predestinado que siempre llega á tiempo para sostener los choques más rudos; el que aparece puntualmente en los lugares de mayor peligro, con esa mansedumbre heroica del fuerte, que deja que le exploten, y trabaja, no sólo por él, sino por todos los demás que trabajan menos. ¿Dónde no habían peleado estos hombres?

Los soldados disparaban serenamente, como si cumpliesen una función ordinaria. Era un combate que surgía todos los días, sin saber ciertamente quién lo había iniciado, como una consecuencia del emplazamiento de dos masas armadas á corta, distancia, frente á frente. El jefe del batallón abandonó á sus visitantes temiendo una intentona de ataque.

El de la derecha conduce a los Llanos, su patria, el teatro de sus hazañas, la cuna de su poder; allí no hay fuerzas superiores a las suyas, pero tampoco hay recursos; el del medio lleva a San Juan, donde hay mil hombres sobre las armas, pero incapaces de resistir a una carga de caballería en que él, Quiroga, vaya a la cabeza agitando su terrible lanza; el de la izquierda, en fin, conduce a Mendoza, donde están las verdaderas fuerzas de Cuyo a las órdenes del general Videla Castillo; hay un batallón de ochocientas plazas, decidido, disciplinado, al mando del coronel Barcala; un escuadrón de coraceros en disciplina que manda el teniente coronel Chenaut; milicia, en fin, y piquetes del número 2.º de cazadores y de los coraceros de la Guardia. ¿Cuál de estos tres caminos tomará Quiroga?

D. José Maria Cabrer, Coronel de ejército, y Sargento mayor de esta plaza; el Sr. Teniente Coronel urbano D. Miguel Gerónimo Garmendia; el Sr. D. Jose Soliveri, Contador de retasas; el Sr. D. José Superi, Sargento mayor del batallon de castas; el Sr. D. Felipe Castilla, Capitan de milicias regladas de caballeria; el Sr. D. Antonio Ruiz, Alcalde del barrio número 11, cuartel quinto; el Sr.

A media tarde pudo abrazar á su sobrino. Estaba con otros dos voluntarios, un andaluz y un americano del Sur, unidos los tres por la fraternidad de origen y por el continuo roce con la muerte. Ferragut los llevó á la cantina de un mercanti, establecida junto al campamento del batallón.

Aparte la gritería de los muchachos, el batallón subió toda la calle sin que se escuchara a su paso murmullo de simpatía ni rumor de cariño: sin un viva. Sólo un hombre desharrapado dijo, mirando lo tristes que iban los soldados: Van al Norte... ¡Pobrecitos! Y una criada de servir fresca y guapetona, contemplándolos como si fueran pedazos de su alma, añadió: ¡Dios os buena muerte!