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El batallón, reducido a la mitad, formó el cuadro detrás de la aldea de Charmes y subió lentamente por el valle del Sarre, deteniéndose de vez en cuando, como un jabalí herido que hace frente a la jauría, cuando los hombres de Piorette o los de Falsburgo le hostigaban mucho. Así terminó la gran batalla del Falkenstein, conocida en la sierra con el nombre de Batalla de las Peñas.

El batallón había terminado de instalarse á lo largo del muro, frente al río. Los soldados, arrodillados, apoyaban sus fusiles en aspilleras y almenas. Se mostraban satisfechos de este descanso después de una noche de combate en retirada. Todos parecían dormidos con los ojos abiertos. Poco á poco se dejaban caer sobre los talones ó buscaban el apoyo de la mochila.

En el comedor, oficiales subalternos de un batallón de cazadores, jóvenes tenientes que fumaban con aire aburrido y contemplaban a través de las ventanas, como prisioneros del mar, la inmensa extensión azul. Mientras comían lamentábanse de la mala suerte de su juventud, inútil y perdida en este peñón.

Centenares de ojos estaban fijos en el mar, espiando las ondulaciones de su superficie, creyendo ver el remate de un periscopio en todos los objetos, maderas, hierbas ó botes de lata que pasaban á flor de agua. Los oficiales del batallón de tiradores habían ido á la proa y la popa para mantener la disciplina de su gente.

No tenía usted ya trece años como cuando mi tío tuvo la buena fortuna de serle presentado; pero no debía usted de tener más de trece... Estaba yo entonces terminando mi año de voluntario en Orleáns, en el batallón de su señor padre de usted, y parece que me estoy viendo torpe y embarazado con mi capote demasiado largo ante una joven de falda corta, grandes manos y largos pies, como Blanca hace dos años, que me puso un muñeco en la mano y me dijo en tono autoritario: No olvide usted el número, militar; una cabeza absolutamente igual, pero con cabello rubio.

Teniente Coronel urbano, D. Juan Antonio Pereira, Capitan de granaderos del segundo batallon de Patricios; el Sr. D. Estevan Romero, Teniente Coronel urbano y Comandante del mismo batallon; el Sr. D. Juan Ramon Balcarce, Sargento mayor del batallon de granaderos de Fernando VII; el Sr. D. Simon Rejas, de este vecindario y comercio; el Sr.

Si él se sintiera con fuerzas bastantes, sería de ellos; ingresaría en el batallón audaz que, guiado por Morte, marchaba de jugada en jugada a la conquista de los millones; y decía esto con la fiebre de explotación adquirida en la tienda oyendo a los bolsistas, fiebre que comunicaba a las dos mujeres, que le escuchaban como un oráculo.

Se vieron ante un teniente coronel, que los recibió como un ingeniero que enseña sus talleres, como un oficial de marina que muestra las baterías y torres de su acorazado. Era el jefe del batallón que ocupaba este sector de las trincheras. Don Marcelo le miró con interés al pensar que su hijo estaba bajo sus órdenes. Esto es lo mismo que un buque dijo luego de saludarles.

Y habló monótonamente de las propias desgracias, como si recitase una oración, mientras su sonrisa se iba borrando: aquella sonrisa que animaba la fealdad anémica de su rostro con una luz vagorosa de aurora. Seis hermanos suyos habían muerto en una tarde. Pertenecían al mismo batallón, y ella recibía la noticia de las seis muertes al mismo tiempo.

La viejecita se vivía las horas muertas en la iglesia rezando, barriendo y comadreando, porque la pobre había concluido por ingresar en el batallón augusto de las beatas y ratas de la iglesia.