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Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología; ni le son de importancia las medidas geométricas, ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica; ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento.

Al día siguiente sería una criada, y era precisamente cuando Basilio tenía llegar de Manila á traerla regalitos... En adelante tenía que renunciar á aquel amor; Basilio que pronto será médico no debe casarse con una pobre... Y ella le veía en su imaginacion dirigirse á la iglesia en compañía de la más hermosa y rica muchacha del pueblo, bien vestidos, felices y sonriendo ambos, y mientras que ella, Julî, seguía detrás de su ama, llevando novenas, buyos y la escupidera.

Despues se alejó á cierta distancia para contemplar el efecto, inclinando la cabeza ya á un lado ya á otro para mejor juzgar de su aspecto y magnificencia. Y viendo que Basilio le miraba con ojos interrogadores á la vez que recelosos, repuso: Esta noche habrá una fiesta y esa lámpara se colocará en medio de un pequeño kiosko-comedor que he mandado hacer al efecto.

D. Basilio interrumpió a la dama, extendiendo la mano y pidiéndole el pulso por señas. Sonrió con gesto de inteligencia, como diciendo que todo lo que aquella señora había expuesto lo había previsto su sabiduría y era cosa que andaba escrita en libros que tenía él en casa.

En efecto, se dirigían todos á la antigua casa de Cpn. Tiago: ¡allí se reunían en busca de un baile para danzar por el aire! Basilio se rió al ver las parejas de la Guardia Veterana que hacían el servicio. Por su número se podía adivinar la importancia de la fiesta y de los invitados.

Así como, si a Sagasta o a Cánovas, caídos los llamase la Reina al amanecer, poco más para formar Ministerio, a ellos no se les ocurriría preguntarle por qué tanto madrugar, sino formar ministerio cuanto antes: así, D. Basilio, de quien hacía meses que su doña Emma estaba olvidada, se abstuvo de inquirir por qué tal apuro en llamarle, y entró de lleno en el fondo de la cuestión desde el primer momento.

Los latidos del corazon, imperceptibles... pulso muy debil... apetito, perdido por completo, repuso Basilio con sonrisa triste y en voz baja; suda profusamente á la madrugada...

Basilio procuró dominarse. ¿Muchos complicados? repitió tratando de leer algo en las miradas de los demás; y ¿quiénes...? ¡Estudiantes, la mar de estudiantes! Basilio no creyó prudente preguntar más temiendo venderse, y pretestando la visita de sus enfermos, se alejó del grupo.

Acercóse entonces a la salida de un corredor que daba a la cocina y gritó muy impaciente: ¡Germán!... ¡Basilio!... ¿No hay nadie?... Acudió Germán muy presuroso y extrañado de encontrar a la señora condesa por aquellos andurriales. La llave de aquí dijo ella. Germán se encogió de hombros. ¿Quién iba a saber dónde estaba aquella llave?

¡Desgraciadamente, hijo mío interrumpió don José no son exageraciones! Esos curas de canana y retaco, son iguales a los de la otra guerra. Aún recuerdo yo lo que hicieron don Basilio y Orejita, que eran dos cabecillas, el año 36 en la Calzada. Cerca de ciento veinte personas sacrificaron, hasta mujeres y niños, y ¿sabéis quién sirvió de ojeador? el prior de la Calzada.