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Entregué á mi llegada á dicho capitan la carta de mi comision, y enterado de ella, dijo: que dicha carta contenia condujose seis reses vivas al mismo sitio donde estaba el barco; y no pudiendo verificar esta remesa, respondió en carta dicho capitan no podia ser por causa de los montes.

Van-Stael, pálido por la emoción, con la frente arrugada, dirigía por todas partes miradas de desesperación, tratando en vano de descubrir la avería. Y bien, tío dijo Cornelio ; ¿podremos todavía salvar el barco? ¡Imposible! respondió Van-Stael, haciendo un gesto de rabia . ¡Es demasiado tarde! Tenemos una bomba a bordo. ¡Pero si tenemos lo menos doscientos barriles de agua en la bodega!

Cada uno ocupó su puesto, reinando un momento de silencio. Después ... después nos persuadimos de que el barco se preparaba á recibir un tifón.

El marinero que en la cofa estaba Gritó al Corsario que tambien velaba, «Un barco vieneEl se levanta magestuoso y mudo, Y de los vientos al silvido rudo Todo previene. Era francés el buque que venia, Y allá en su mástil ondear se via De Julio el pabellon. Viva la Francia! gritan muchas veces; Vivan los libres! gritan los franceses De noble corazon.

No había, pues, más remedio que hacer lo que hice, y salvarme... Caiga el que caiga. El mundo es así. Debía yo salvarme, ¿ o no? Pues debiendo salvarme, no había más remedio que lanzarme fuera del barco que se sumergía. En los naufragios siempre hay alguien que se ahoga... Y en el caso concreto del abandono, hay también mucho que hablar. Ciertas palabras no significan nada por .

5 Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado; mas en tu palabra echaré la red. 6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran multitud de pescado, que su red se rompía. 7 E hicieron señas a los compañeros que estaban en el otro barco, que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambos barcos, de tal manera que se anegaban.

Ningún barco habían visto en el horizonte, ni tampoco señales de tierra. Al llegar la noche se iluminó el mar, como la precedente. Una espléndida fosforescencia brillaba bajo las olas, producida entonces por las nottiluche miliari, en opinión del Capitán. Estos infusorios son pequeñísimos; tienen forma de hojas algo redondeadas, con un pequeño apéndice, y despiden extraordinario brillo.

¡Preparad la cuerda del ancla! gritó el Capitán a Van-Horn y al chino . ¿Sigue la otra a babor? Siempre, señor contestó el piloto. ¿Crees que resistirá? Confío en ello, Capitán. Virando algo, creo que podremos ejercer un poderoso esfuerzo por estribor y poner el barco a flote. Ayudaremos a la marea. En aquel momento se estremeció el junco y pareció que tendía a recobrar su nivel.

Antes desto llegamos a aquella isla, que, a lo que creo, se llama Scinta, donde supimos las fiestas de Policarpo, y a todos nos vino voluntad de hallarnos en ellas. No pudo llegar nuestra nave, por ser el viento contrario, y así, en traje de marineros bogadores, nos entramos en aquel barco luengo, como ya queda dicho.

Toda esta máquina se mueve por medio de un propulsor que sale de los sistemas conocidas de la hélice y de las ruedas laterales; las ruedas van atrás del buque, girando sobre un eje fijo a un metro de la popa: así, el barco concluye, en su parte posterior, en una pared lisa, perpendicular a las aguas, donde éstas se estrellan ruidosas, cuando las potentes paletas las agitan.