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Tayabas es pueblo de muchísima antigüedad; hoy es cabecera de la provincia á la que da nombre, habiéndolo sido anteriormente Calilayan. Se encuentra bajo la influencia del Banajao y á dos leguas del estrecho, cuyas aguas se divisan perfectamente á virtud de la gran altura en que dicho pueblo está situado. Confina con Pagbilao, Lucban y Sariaya.

Padrones de 1754, 1831, 1836 y 1875. Aumento de población y de riqueza. Montes y vegas. Aceite de coco. Caza mayor y menor. El tabon. Hierbas y flores olorosas. Frutos, hortalizas, granos, resinas y caldos. Minas. El tayabense psicológicamente considerado. Costumbres antiguas de los tagalos. La última cuartilla. Adiós á Tayabas. Últimos contornos del Banajao. La cuna de un hijo.

No se olvidó ni un detalle en el pequeño santuario de la coquetería, que constituye el tocador de una dama, ni se dejó de indagar hasta encontrar un excelente piano de cola, construcción belga, que con grandes cuidados, quedó instalado en la casa, pronto á llenar de armonías las fragosas faldas del Banajao.

Llegamos al convento, y ahora tropezamos con el párroco, quien nos brindó con una franca y cordial hospitalidad, que aceptamos gustosos, alojándonos en una espaciosa habitación con vistas al Banajao. El convento, enclavado en uno de los extremos del pueblo, presenta en su maciza y negruzca fábrica, un aspecto triste y sombrío.

Se encuentra en una bellísima situación, á la falda del Banajao, coloso que domina un extenso horizonte. Lucban es un pueblo de gran antigüedad, y su nombre, que en tagalo significa naranja, se debe, sin duda, á que en su jurisdicción se criaron gran número de dichos frutales.

Todos los indios de Filipinas, lo mismo los remontados que los de las ciudades; lo mismo los que campan en su vida nómada en las escabrosidades del Banajao y del Caraballo, que los reducidos; lo mismo los cristianos que los idólatras, aetas, tinguianes y busiaos conocen el valor de la virginidad, y en sus confusas ideas del deber y el honor jamás ha entrado como deshonra el que la compañera que han de tomar por esposa haya perdido al unirse á ellos la flor de la pureza.

El cielo estaba surcado de nubes, cosa muy frecuente en aquellas alturas; los picachos del Banajao los envolvía la bruma, y la humedad de que estaba impregnada la atmósfera nos obligó á ponernos los capotes á fin de preservarnos del desapacible relente de la tarde.

Seis meses han transcurrido desde que Doña Luisa y sus hijas volvieron del Neblí. Era el mes de Diciembre. En las faldas del Banajao se respiraba una temperatura semejante á la del otoño en España. Los panoramas que rodeaban la quinta de Doña Luisa tenían gran semejanza con los que retrata el suelo y el cielo de nuestras provincias meridionales en los meses de Setiembre y Octubre.

Al abandonar la provincia, y al entrar en la de la Laguna, no pudimos menos de volver la vista al brumoso horizonte que dejábamos, y al divisar los confusos contornos del Banajao alumbrados por la cansada luz de la caída de la tarde, sentimos una verdadera y tierna emoción al abandonar, quizás para siempre, aquel coloso á cuya sombra ha nacido este pobre hijo mío.

Doña Luisa poseía un magnífico cafetal en las vertientes del Banajao, y tan luego fué prescrito á la enferma la vida del campo, su solícita madre dió órdenes para que se alojara y dispusiera la casa que se alzaba en el centro de la hacienda. Nada de cuanto constituye lo necesario y representa lo supérfluo faltaba en la finca.