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La viuda quedó como aplastada bajo el peso de tales pensamientos, hasta que el repiqueteo de la campanilla le dió la orden de bajar. Al pie de la escalera, vió que el visitante subía a un coche.

Mas para llegar a él teníamos que bajar una pendiente que daba vértigo.

«Para bajar la calentura que proviene de irritación se toman hojas del arbusto Payatpayat y se las unta jugo de limoncito y se las aplica en el vientre. «También es muy bueno para la calentura las hojas del arbusto Balensua aplicandola en la cabeza. «También para disolver tumores é implamaciones es muy util la corteza del arbusto Damos raspándola se aplica á la parte dolorida.

Ven, ven, mi María, yo te libraré de que te arrebaten para el Africa; si tienes tanto apego a esta tierra infeliz, también ¡ay! yo le tengo por mi mal. Ven, ven, María, yo te daré todo gusto fuera de separarme de ti; yo quiero ser contigo, verte conmigo, y bajar a la tierra entre los brazos tuyos.

¿Pero qué pasa? dijo de pronto la superiora . ¿No llegamos todavía? Pasa, señora contestó Zalacaín que tenemos que seguir adelante. ¿Y por qué? Hay esa orden. ¿Y quién ha dado esa orden? Es un secreto. Pues hagan el favor de parar el coche, porque voy a bajar. Si quiere usted bajar sola, puede usted hacerlo. No, iré con Catalina. Imposible.

No podía mirar sin horror los tabiques de esteras, más propios para atentar a la decencia que para resguardarla, y el vocerío de tanta chiquillería ordinaria le atacaba los nervios. Por las tardes, casi al anochecer, solía bajar a Madrid, para visitar a alguna amiga o dar una vuelta por las tiendas conocidas. En estas había poquísima gente.

Su título ha traspuesto la ambigua esfera de la minoría letrada para bajar al pueblo y a la escuela, mientras penetraba su doctrina en los campos de la controversia y de la acción sociales.

¡Ah! ¿por qué aquella voz es tan alegre, cuando en el mismo instante él sufre tanto que el temblor le impide bajar? En la puerta, una última emoción lo contiene. ¿Qué va a ver abajo? ¿A Huberto Martholl al lado de ella, sin duda? ¡Cuánto valor necesita todavía! Llega al vestíbulo. Al divisarlo María Teresa, exclama de nuevo: ¡Venga, Juan!

A las nueve de la mañana del día siguiente, cuando el capitán se vestía en su camarote para bajar á tierra, Tòni abrió la puerta. Su gesto era fosco y tímido al mismo tiempo, como si fuese á dar una mala noticia. Esa está ahí dijo lacónicamente. Ferragut le miró con expresión interrogante... ¿Quién era «esa»?...

Pero, ¿qué ha sido? preguntó sin bajar la voz lo suficiente, olvidándose del sueño de su esposa, pensando cosas muy extrañas. No grite usted, hombre dijo la alemana muy severamente. Bonis acercó el rostro al de su mujer. Duerme dijo Körner. ¡Dios lo sabe! pensó Bonis.