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Escucha exclamó Diana que ya seguía otra idea, vamos a estar bien ridículas al llegar a París: sombreros de paja en pleno noviembre... ¡Bah! los reporters de la moda no hacen guardia alrededor de las estaciones como en el Club Hípico.

no sientes nada, como todo el mundo... Pregunta a Francisca, a Petra y a Paulina, y a tantas otras, lo que pensarían si se encontrasen en una situación tan ridícula. ¡Bah! se lo preguntaré cuando lo estén, porque llegarán como yo, querida abuela. No será por su culpa respondió la abuela, dando un gran suspiro. ¡Ah! Magdalena, si quisieras...

Esa voz agria la estoy oyendo desde entonces: la oiré siempre, en mis mejores instantes, si continúo aquí. ¿Y la mirada de sus ojos?... Adiviné todos sus insultos mudos, la comparación rápida que hizo entre su miseria y mi aspecto de hombre fuerte y bien cuidado. Yo era para él un cobarde que pasea con mujeres, mientras los hombres están con los hombres, dando su vida por algo importante. ¡Bah!

«¡BahJaime levantó los hombros y siguió adelante, pero triste, desesperado por el ambiente de repulsión y hostilidad cada vez más sensible en torno de él. ¿Qué había hecho? ¿En dónde se había metido? ¡Pegar a uno de la isla! ¡

Aparece una dama muy elegante y bastante linda, con un rostro armónico, un poco cansado; es de las que adelgazan con la edad. LA DAMA. ¿La señora Ninon de Lenclos...? LA CHOUTE. ¡Yo soy, señora...! LA DAMA. ¡Bah! ¡Lo más, veinticinco años...! LA CHOUTE. ¡Muchas gracias...! ¡Tengo cincuenta y cinco! LA DAMA. ¡Pues se conserva usted admirablemente!

¡Bah! don Rodrigo es muy hablador; no quiere que se le entorpezca la lengua, y la usa de punta y de filo: por lo mismo, te he aconsejado ya, reina mía, que le tratemos de filo y de punta. ¿Cómo sabes que existen esas puertas? ¡Bah! es un cuento muy largo; dejémoslo para cuando el rey se ocupe de las cuentas de su rosario. ¡ quieres escapar!

Respiraba con fuerza, sonreía sarcásticamente, rechinaba los dientes y escupía a menudo, mostrando de este modo su desaprobación a todo lo que se había dicho, lo que se estaba diciendo y lo que se había de decir. De vez en cuando, dejaba escapar algún ¡bah! o algún ¡pouh! o un ¡ta! y otras partículas no menos significativas.

Se consideraba como deshonrado por no haber hecho nada. ¡Bah! le dijo Hullin , ¡tanto mejor! Además, guardas nuestra derecha. Mira, allá, aquella meseta: si nos atacan por ese lado, puedes marchar.

La postura patentizaba lo brioso de su talle, los largos y tornátiles brazos, las caderas, los omoplatos que, a cada pulsación de la blanca mano, se dibujaban vigorosamente bajo el ajustado corpiño. ¿No es cierto dijo por lo bajo Pilar a Luisa Natal que si Lucía Miranda se vistiese como ella, se parecerían algo, así en las formas? ¡Bah! murmuró Luisa Natal , la Mirandita no tiene pizca de chic.

No se ha perdido mucho respondió la otra; una morenilla bastante fresca. Con todo, caballero, la muerte es siempre alguna cosa, ¿no es verdad? Creí que debía apoyar ese sencillo sentimiento y añadí que aquella muerte era triste a causa de los niños. ¡Bah! Para el socorro y los buenos consejos que les daba respondió la morena, puede que sea mejor que esté donde está.