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Vio anoche la propia figura de la Virgen». Mujer, quita allá. Mi palabra... Pregúntaselo a Belén. ¡Bah!, ni que fuéramos tontas... ¿La cara de la Virgen?... Vaya... Sería la de Nuestra Señora del Aguardiente.

El fuego comenzaba a apagarse; Juan Claudio se levantó para echar un leño y luego volvió a sentarse murmurando: ¡Bah! Esto no puede ser... El día menos pensado recibiremos una carta.

Parecían un matrimonio bien avenido, aunque sin amor ya a fuerza de años. ¡Bah! decía Visitación con un poco de tristeza verdadera, que daba interés al ocaso de su hermosura ; ¡bah! has caído esta vez de veras, te lo conozco yo. Pero también te digo una cosa: que te va a costar tu trabajo.... Mesía hablaba de la Regenta con Visita con más franqueza que con Paco.

¡Bah! ¿Quién se acuerda ya de esas vetustas historias? Por toda respuesta saqué del bolsillo un retrato del rey de Ruritania. Había sido hecho un mes antes de subir al trono y llevaba toda la barba.

¡Pero tu evolucionismo necesita un punto de partida, una base de evolución, un átomo de vida! Perfectamente. ¡Y bien: ahí, ahí está Dios! ¿Tan chiquito es Dios? Tan chiquito para caber en el átomo como grande para llenar el Universo. ¿También está en todo el Universo? ¡Bah!

El maestro nos ha recomendado mucho que pongamos toda nuestra atención en este caldo... ¡Y ahora resulta que ya no me acuerdo...! ¡Qué coraje...! ¡Quería prepararte este plato para el jueves...! LIONEL. ¡Es verdad...! ¡El jueves como con tu marido! LINE. ¡Bah!

¡Bah! madre Luisa está irritadilla... pero eso se le pasará: ¿no es verdad, madre? ¡Eh! ¡no! dijo Luisa. ¡Todo sea por Dios! dijo Montiño ; voy á las cocinas, que ya es tiempo de que yo vuelva de nuevo á mi obligación; quiera Dios que cuando vuelva te encuentre de mejor humor, mujer. Y Montiño salió y se trasladó á las cocinas.

Luego quiso seducirla un cura, y se hizo escéptica. ¡Con qué poco se pierde la fe! ¡Bah! Aquello pasó... Ya tenía yo olvidado el Madrid de por la mañana. Lo mismo está hoy que cuando iba yo a la Universidad.

Le abrazó con efusión y ya ruborizado, el buen señor, por el egoísmo con que aceptaba la renuncia de su querido hijo: Casi no la conoces, exclamó, y olvidarás fácilmente á esa joven ... ¡Bah! Ya buscaremos otra, aun más bonita y que no dependa de la atroz Clementina ... Si supieras.... No quiero saber nada; creo á usted bajo su palabra.

Me he tomado el trabajo de salvarte porque me gustas y quiero poseerte... ¡Y voy á satisfacer ahora mismo mi capricho! Me cogió y yo traté de resistir, pero estaba aniquilada por las emociones sufridas. Sentí sus labios sobre los míos y exclamé: ¡Me horroriza usted! ¡Pues yo te encuentro deliciosa! ¡Prefiero morir! ¡Bah! eso se dice, y luego... ¡Cobarde!