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GÓMEZ. ¡De ninguna manera! No somos de la misma familia. ¡Además, yo no ni coger una espada...! EUSTAQUIO. ¡Bah! Ya le enseñaré a ponerse en guardia. No lo matarán. Apenas le herirán levemente. ¡Y esto es lo esencial! Mi amigo riñó ayer con un borracho... EUSTAQUIO. ¡, ! ¡Ya lo ...! ¡En el cabaret de Lutecia...! PRUNE. ¿Cómo se ha enterado usted...?

Su corazón alzose bravamente ante el fantasma terrible de la tisis, y dijo: «No se muere más que una vez... Días antes o días después... ¡Bah! ¡Qué importa!» Y por un supremo esfuerzo de la voluntad quedó sereno, completamente sereno, observando su propia tranquilidad con noble orgullo.

Tendré que inventar una mentira. ¡Bah! una más, ¿qué importa?... Y los otros allá... a sus anchas.... Podrán, si quieren, cometer sus torpezas delante del mismo idiota del marido.... Oh, ¿quién es aquí el marido? ¿Quién es aquí el ofendido? ¡Yo, yo! que siento la ofensa, que la preveo, que la huelo en el aire... no él que no la ve aun puesta delante de los ojos...».

Os prometo señor cura, no volver a hablar más del amor. Trata, sobre todo, Reina, de no cavilar sobre cosas que no comprendes. ¡Oh! que no comprendo... exclamé yo, estallando inmediatamente, en cuanto a eso comprendo y muy bien, y contra todos los curas de la tierra sostendré que... ¡Bah! exclamó desalentado el cura, ya has faltado a tu promesa de hace un momento.

¡Concluyamos, concluyamos, don Francisco! dijo el duque procurando rehacerse ; está visto que no podemos entendernos. ¡Ya quería yo irme...! dijo Quevedo levantándose de nuevo ; quería irme sin hablar una sola palabra, porque no podría deciros más que verdades lisas... pero vos... ¡bah! vos habéis nacido para equivocaros... He llegado á vos y os he tendido la mano...

El que me tienes ha resistido bien a ciertas pruebas; ¡quién sabe si podrá resistir a otras! El amor que te tengo dijo el joven marqués apoyando la mano sobre el corazón tiene fuerza para resistir a todas las pruebas. ¿A todas? A todas. ¿Y si yo te pidiese la vida? ¡Bah, bah! repuso alzando los hombros con ademán desdeñoso , eso sería pedir muy poco.

Nadie ha podido hacer que esos ojos le miren enamorados. ¡Como no seáis vos!... ¡Yo! ¿Y qué tendría eso de extraño? Os aseguro que... Lo creo; doña Clara es dura como una roca. Pero yo no pienso... ¡Vos!... ¡bah!... Vos sois capaz de saltar por esa dama por cima de la torre de Santa Cruz; y si yo fuera otro, lo sería también... y sois vos solo... ¡Cómo! El primero que salta por doña Clara es...

Bah.... Esos hijos así, nacidos por detrás de la Iglesia.... Luego, si uno oye a los de aquí y a los de allá.... Cada cual dice lo que se le antoja.... La moza es alegre como unas castañuelas; todo el mundo en las romerías le debe dos cuartos: uno la convida a rosquillas, el otro a resolio, éste la saca a bailar, aquél la empuja.... Se cuentan mil enredos.... ¿Usted se ha fijado en el gaitero que tocó hoy en la misa?

Esa palabra en la boca de la abuela, es sinónimo de desequilibrada, pero yo no me ofendo. Un cumplimiento más de los que tienen poco de halagüeños... ¡Bah! no hay más que acorazarse... La primera visita de esta tarde ha sido el padre Tomás.

Así, así respondió Cecilia fijando en él sus ojos grandes, llenos de luz. Mucho, ; ayer no tenías bordado ese clavel... digo, me parece que es clavel... Es jazmín. Ni esas dos hojas más. ¡Bah! Eso no es nada. ¿Y qué es lo que estás bordando? Cecilia siguió moviendo la aguja sin contestar. ¿Qué es lo que bordas? preguntó Gonzalo en voz, más alta, pensando que no le había oído.