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Que se reconozca obligada a padecer por los que le dieron la vida, y purificándose ella, nos ayude, a los que fuimos malos, a obtener el perdón... Por Dios, ¿no comprende usted esto? , . ¡Cuánto admiro su inteligencia poderosa! PANTOJA. Menos admiración y más eficacia en favor mío. PANTOJA. Naturalmente, a usted no puede inspirar Electra el inmenso interés que a me inspira.

En la calle de Tournon la ayudé a apearse y a subir el único tramo que conduce a casa de Lacante. Nuestro amigo es un madrugador, como sabes, y estaba ya levantado e instalado en su mesa de escribir. La señora Polidora, digna y tiesa, nos introdujo, y al ver el extravagante traje de Elena, colgada de mi brazo, murmuró entre dientes con impertinencia: ¡Dios mío! ¿Qué es esto?

Si la señorita me viene a pedir que le ayude a llevar la cruz, enseñémosle a que la abrace amorosamente. Es necesario que comprenda ella, y yo también, lo que significa esa cruz. Con ella se va a la felicidad única y verdadera. Por muy dichosa que fuese la señorita aquí en el mundo, vamos a ver, ¿cuánto tiempo y de qué manera podría serlo?

Pero, aunque lo dijo en voz más baja, llegó á los oídos de la tabernera, que exclamó: ¡Á ti!... ¿Qué te importa á ti que yo te ponga en un sitio ó en otro? Ya te cuidarías de escapar adonde te viniese bien. Con esa verdad te ayude Dios, querida, que nunca jamás la has dicho mayor repuso Velázquez con tono fanfarrón y displicente. Soledad sintió el resquemor de estas palabras y guardó silencio.

Pasado un rato, Inés y Cristeta salieron juntas dirigiéndose a una casa de la calle de San Lucas, que tenía un portalón, sobre el cual se leía este letrero: COCHES DE LUJO ABONOS POR MESES <b>Se admiten caballos a pupilo</b> Aquí es dijo Inesilla al llegar, cediendo el paso a la señorita. «La Virgen me ayude», pensó Cristeta, que iba muy preocupada.

Tengo diez mil reales en casa... Y si no, se vende todo... Se pide limosna. Pero, señora, espere usted... ¿Y su alma, señor cura, y su alma? gritaba ella con los ojos muy abiertos . ¿Acaso esperará la muerte?... ¡Y estará allí solo..., solo, el hijo de mi vida, sin su madre que le haga confesar, que le ayude a bien morir si Dios le llama, que le cierre los ojos y le acueste en la tierra!...

Y pues sola la parte por do corre Y toca á la ciudad el ancho Duero, Es aquella que ayuda y que socorre En algo al Numantino prisionero, Antes que alguna maquina ó gran torre En sus aguas se funde, rogar quiero Al caudaloso conocido rio, En lo que puede ayude el pueblo mio.

Así que, señora mía, o señor mío, o lo que vos quisierdes ser, perded el sobresalto que nuestra vista os ha causado y contadnos vuestra buena o mala suerte; que en nosotros juntos, o en cada uno, hallaréis quien os ayude a sentir vuestras desgracias.

Eso no es fácil en París. Hablaré al mayordomo de mi amigo Sanglié. ¿Quiere usted que yo, por mi parte, le ayude también? Si le Tas tiene algún protegido que establecer, le tomaré de muy buena gana. Pero tenga usted en cuenta que lo que necesitamos es un hombre de confianza, un enfermero. Le Tas debe tener enfermeros; tiene de todo. Le Tas era la doncella de la señora Chermidy.

Concluí por reírme de mis alucinaciones estrambóticas; salí del tocador, y ayudé, sin ser hora todavía para ello, a arrastrar a mi madre en su sillón hasta el saloncillo en que recibíamos las visitas.