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Al decir tales palabras, el conde extendía la mano, sin mirarle, al señorito, que también se había levantado. Después le volvió la espalda y dió unos pasos hacia el gabinete. El señor cura de la Segada desea ver á los señores anunció la voz del criado. Volvióse rápidamente el conde y dió un paso hacia la mesa. El aya llamó apresuradamente á los niños y cuchicheó con ellos un instante.

La señora murió, y mi padre entonces me llevó consigo a su casa, y ya no me confió a nadie. A los pocos meses de estar con mi padre, donde me cuidaba una criada anciana, vino de Inglaterra el aya que mi padre encargó para y que ha estado conmigo hasta pocos días antes de que mi padre y yo viniésemos a Villafría.

Desde que Juanita tuvo seis años don Pascual, prendado de su despejo y de su viveza, se había esmerado en enseñarle a leer y escribir, algo de cuentas y otros conocimientos elementales. Juanita había tenido en el maestro de escuela un admirador constante y útil, porque había sido para ella, a falta de aya, ayo gratuito y celosísimo.

D. Primitivo y sus secuaces habían entrado ya en la pomarada, y nuestra pareja siguió el ejemplo. Al llegar á la puerta tropezaron con miss Florencia y los niños. La condesa dirigió á aquélla una sonrisa. El aya permaneció grave y se inclinó profundamente dejándoles paso.

Los seis meses de aldea los pasaba mucho mejor, aun con ser aquel lugar el de su antiguo cautiverio y el de la aventura de la barca, y la calumnia subsiguiente. Pero de cuantos podrían recordarle aquella vergüenza, sólo veía ella al señor Iriarte, el hombre del aya, que visitaba a don Carlos y miraba a la niña con ojos de cosechero que se prepara a recoger los frutos.

¡Ya lo creo! Mi padrastro les dijo que estaba de aya de una señorita en casa de un título. Total, que pasé allí tres días magníficos, completamente feliz, sin tener que aguantar a los que aquí no me dejáis en paz, con una alcoba ¡para sola!, y al volverme les di a los papas seis mil reales para un par de mulas. Pues, chica, hasta ahora no veo el rasgo hermoso de que hablabas.

»DOCTOR. Alegrado me aveis con el acertado medio de vuestra inclinacion. Eligis la parte mejor para la comedia, ques la fabula. Quiere Horacio, aya en qualquier obra un cuerpo solo cōpuesto de partes verisimiles. Conviene para q

Pero el aya, que ya había previsto ese movimiento, lo retuvo del brazo diciéndole: Dominad vuestra indignación, señor; si salís de esta pieza antes de oírme hasta el fin, nada podrá salvaros del deshonor y de la cárcel.

Ahora venía usté con la señora marquesa, y me he dicho: «Vamos ayá a saluar a esos señores y platicá un rato con eyos.» Y la fina sonrisa con que acompañaba estas palabras establecía una diferencia entre la familia del torero y aquella señora, dando a entender que no eran un secreto para él las relaciones de Gallardo y doña Sol.

La condesa se levantó y dijo al señorito Octavio, que era el único que concedió atención á su movimiento: Con permiso: soy con ustedes al instante. Y se fué por la puerta del gabinete. El aya se puso también á hablar con los niños en voz baja, dirigiéndoles, á juzgar por su continente severo y el no menos grave de los oyentes, serias y profundas advertencias.