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2 Y muchos seguirán sus perdiciones, por los cuales el camino de la verdad será blasfemado; 3 y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas, sobre los cuales la condenación ya de largo tiempo no se tarda, y su perdición no se duerme.

Dijo: Sépase el perro usurero que harto se me alcanza hacia donde encamina su intención, y sépase también que, aunque juntara todo el oro que ha robado hasta aquí, y el que ha de robar en lo venidero, por arte de su puerca avaricia, nunca tendría con qué pagar un añico, tan sólo, de estos retratos, que valen para mucho más que todas las riquezas de las Indias.

Como te veo pálida estos días... Bien puedes creerlo, Santos, yo tengo mucha mejor idea de tu esplendidez que la mayoría del pueblo... No conocéis bien a D. Santos, les digo muchas veces a los que sostienen que a te duele gastar el dinero. Si D. Santos no gasta, no obsequia a sus amigos, no es por avaricia, sino por indolencia, porque no se le presenta ocasión.

Después fue distribuyendo por los bolsillos de su traje las cucharas y los otros objetos. La inmensa decepción que le había hecho sufrir la cándida avaricia de su abuela trocábase en compasivo regocijo al ver el cuidado con que envolvía el resto de sus baratijas. Ya has visto el tesoro siguió diciendo la vieja con voz misteriosa . eres el único que lo conoce. Cuidado con hablar.

, pero también perdían un parroquiano que les deja muchas ganancias. ¿Usted no ve que Enrique recibe encargos de toda la provincia? Eso también es verdad..., ¿pero no sabes que a los comerciantes les ciega la avaricia?... ¡Uf, qué gente más mala! Te digo que no puedo ver a los comerciantes, Ricardo; no los puedo ver, ni pintados.

Mas si el virrey era delicado, el mayordomo llevaba la cansera y la avaricia hasta el punto de regatear con los pulperos para economizar un piquillo en la compra; pero al mismo tiempo que esto intentaba había de escoger los huevos más grandes y más pesados, para cuyo examen llevaba un anillo y ponía además los huevos en la balanza.

Porque corria una voz entre muchas, que Rocafort se queria llamar rey de Tesalónica, ó Salonique, y no era esto sin algun fundamento, pues habia mudado el sello del ejército que era la imagen de San Pedro, y en su lugar mandó poner un rey coronado; señales evidentes de sus altos y atrevidos pensamientos, y que sin duda llegára á ser príncipe absoluto, si su grande avaricia, y soberbia no atajára los pasos de su próspera fortuna, al tiempo que le ofrecia un estado con que pudiera fundar, y engrandecer su casa.

Los deudores le contestaban altivamente, alegando la miseria como un derecho para no sufrir su avaricia; sus órdenes imperiosas tardaban en ser ejecutadas, y tenía la percepción clara de que al andar por el claustro se reían a su espalda o le hacían gestos amenazadores.

Maltrana, influido por los comentarios de la gente, que afirmaba la riqueza de la tía Mariposa, creía percibir en sus palabras una hipócrita falsedad. ¡Abuela! ¡abuela! exclamó con tono suplicante. Y para vencer su dura avaricia, la describió su situación. Nada le pedía para él. De verse solo, como en otros tiempos, no vendría a molestarla.

El primo Rafael, amante rabioso de los placeres y obligado a reprimir sus deseos en la atmósfera de sórdida avaricia en que se había educado, lanzóse sin temor a saciar sus apetitos al verse dueño de la fortuna de su esposa. La supeditación amorosa de doña Manuela le hacía ser dueño absoluto de la casa, y no tardó en hacer sentir su tiranía.