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Pues hija, yo no tengo la culpa... Te acordarás que estuvo con el medio duro en la mano, ofreciéndolo y retirándolo, hasta que al fin su avaricia pudo más que la ambición, y dijo: «Para lo que yo me he de sacar, más vale que emplee mi escudito en anises...». ¡Toma anises! ¡Pobrecillo!... ponlo en la lista. Don Baldomero miró a su esposa con cierta severidad.
Mi padre, como autor dramático, suponía que cada persona es víctima de una pasión, necesariamente; si no el amor, el odio; si no el odio, la envidia; si no, la cólera; si no, la avaricia. Concebía a los hombres como muñecos de una pieza con un solo resorte, y los dividía en nobles, indiferentes y viles, según la pasión dominante.
Os habéis perdido y perderéis á vuestro sobrino le dijo ; y todo por vuestra avaricia. Tengamos la fiesta en paz, señora María; ni yo me he perdido ni trato de perder á nadie, y con esto quedad con Dios, que yo sólo venía por mi sobrino, y no habiéndomelo llevado me voy á la cocina. Bien haréis en estar en ella, y en no perder de vista las cacerolas, y en ver quién anda con ellas.
El duque de Carvajal, su padre, era uno de los primeros señores de la provincia de Granada. Las intrigas de la corte y la privanza de Ensenada, ministro de Fernando VI, teníanle, hacía mucho tiempo, ausente de Madrid y postergado en su carrera política. No pudiendo ser hombre político, anhelaba ser rico, y la avaricia había sucedido a la ambición. Una pasión consuela a otra.
Así se te pudra todo el dinero que guardas, y se te convierta en pus dentro del cuerpo para que revientes, zurrón de avaricia. Coja usted el libro y el lápiz, y lléveselo con mucho cuidado... no se le pierda por el camino. Bueno: ¿se ha hecho usted cargo? ¿Me responde de que apuntarán todo? Sí, señor... no se escapará ni un verbo. Bueno.
No puedo precisar la cantidad que te habrá dado para mí, porque es tan difícil anticiparse a los cálculos de la avaricia; pero desde luego te aseguro, sin temor de equivocarme, que no ha llegado a los cuarenta duros». La cara que puso Benina al oír esto no puede describirse. La señora, que atentamente la observaba, palideció, y dijo después de breve pausa: «Es verdad: me he corrido mucho.
Pero, si Martín no abría los libros, abría y registraba las conciencias; conocía a sus maestros a fondo, y a don Josef como a su faltriquera. Había descubierto que la condición predominante del carácter de don Josef, era la avaricia, y ponía en juego todos aquellos medios que pudiesen darle por resultado la explotación de este defecto.
Tendrás lo que quieres: todo lo de tu abuela será para ti, aunque me quede en cueros, aunque me muera de hambre. La emoción había ablandado su dura avaricia; la tristeza del nieto la infundía miedo. Además, en su pensamiento senil estaba fija la imagen del biznieto, de aquella criatura que aún había de venir y la llenaba de orgullo.
Como la casa tenía capilla, salía poquísimas veces, y esas en coche. Guardaba todo el oro, que llegaba a sus manos, en los parajes más ocultos del desván o de la huerta. Algunas veces por esta avaricia, o más propiamente por esta manía de urraca, la casa se vio en verdaderos aprietos: consintió en que su hijo pidiera a préstamo algunas cantidades antes que desenterrar las peluconas.
Y esto porque, aunque parezca raro, Ramoncito había llegado a interesarse de verdad por la niña. El amor pocas veces es un sentimiento simple. A menudo contribuyen formarle y darle vida otras pasiones, como la vanidad, la avaricia, la lujuria, la ambición. Así formado apenas se distingue del verdadero amor: inspira el mismo vigilante cuidado y causa las mismas zozobras y penas.
Palabra del Dia
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