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Las pilas del agua bendita, obra del maestro Antonin Moyne, son una verdadera preciosidad á los ojos del arte. Nos volvimos para dirigir una mirada hácia el fondo del templo, y nuestros ojos aturdidos se perdieron en una sola nave, alta, anchurosa, iluminada, inmensa, llena de valentía, de fuerza y majestad.

Este no esperado accidente atemorizó á los demas que acompañaban á Condori, y aturdidos emprendieron una fuga precipitada, para incorporarse con los mas distantes, entre quienes llevaron el desórden: é introduciéndose entre todos la confusion, que regularmente causa la diversidad de pareceres, no pensaron mas que en la fuga, dejando en manos de los nuestros á su venerado general, que llevándole bien asegurado, siguieron á la Gran Chocalla en busca de los tres hermanos, que tuvieron igual suerte, y al sexto dia de su salida, regresaron á Tupiza con todos estos reos, llenos de satisfaccion gloriosa, y con no poco contento de algunos españoles, porque veian recuperada mucha parte de las riquezas que les habia usurpado.

Esta pobre gente me dijo Amaranta no sabe lo que trae entre manos. Mírales cómo están desconcertados y aturdidos sin saber qué hacer. Se ha marchado el venerable obispo de Orense dijo doña Flora . Por ahí se susurra que no le hacen maldita gracia las dichosas Cortes. Por lo que oigo, están eligiendo quien las presida dije . Hay aquí un traer y llevar de papeletas que es señal de votación.

Y permanecían allí, mudos y molestos los dos, sin alegría, sin felicidad, aturdidos y desconcertados. El enjambre de parejas que se instalaban para el cotillón, obligándolos a moverse, los libró en parte de su perplejidad.

Entre aquellos dos hombres aturdidos, sólo Bettina conservaba su sangre fría, y con voz clara y precisa comenzó de esta manera: Para tranquilidad de vuestra conciencia, os diré primero, señor cura, que estoy aquí con el consentimiento de mi hermana y mi cuñado, que saben por qué he venido y lo que pienso hacer: no sólo lo saben, sino que lo aprueban también. Me habéis comprendido, ¿verdad? Bueno.

Alguna satisfacción le rebosaba en el pecho y pugnaba por salir de sus labios. Doña Manolita lo conoció, y le dijo: Vamos, Sr. D. Acisclo; no sea V. malo. No se atormente usted por el solo gusto de atormentarnos. Si rabia V. por decir lo que le pasa ¿por qué no lo dice? V. está maquinando alguna novedad que nos va a dejar aturdidos. La cosa va muy adelantada.

Los de la guarnición interior, aturdidos y empeñados en luchar con los que estaban dentro, sólo habían hecho cinco disparos de lombardas, causando apenas daño en la muchedumbre, aunque algún miedo y mucha ira. Al abrirse la puerta y caer el puente levadizo, la plebe retrocedió con espanto, temiendo que iban a salir el sultán, y su caballería y sus elefantes, y a cargar sobre ella.

Y se murió de pronto, mientras ellos estaban muy lejos; y al regresar a Madrid a toda prisa, aturdidos por la feliz noticia, les salió al encuentro algo que no habían conocido hasta entonces: el valor del dinero, lo difícil que es echarle la mano encima cuando se empeña en huir, la necesidad material y prosaica sobre la que descansan todas las ilusiones y deseos de la vida.

El secretario del colegio comenzó a leer entonces los nombres de los alumnos premiados: levantábanse estos ruborosos y aturdidos por el miedo a la exhibición y la embriaguez del triunfo; iban a recibir la medalla y el diploma de manos del arzobispo, entre los aplausos de los compañeros, los sones de la música y los bravos del público, y volvían presurosos a sus sitios, buscando con la vista en los ojos de sus padres y de sus madres la mirada de inmenso cariño y orgullo legítimo, que era para ellos complemento del triunfo.

Vagaban padre e hijo, aturdidos por el ruido de la venta, estrujados por los codazos de la muchedumbre, e insensiblemente, atraídos por una fuerza misteriosa, iban a detenerse en la escalinata de la Lonja, frente a la famosa fachada de los Santos Juanes. La original veleta, el famoso pardalòt, giraba majestuosamente. ¡Mia, chiquio, qué pájaro...! ¡Cómo se menea...! decía el padre.