United States or Mauritania ? Vote for the TOP Country of the Week !


Poco fue lo que dijo a su padre, encerrados los dos en el despacho de la trastienda, como explicación del portazo de Peleches; pero de tal modo y con tal arte de voz, de miradas y de greñas, que dejó al pobre boticario más aturdido de lo que estaba.

Callóse Bermúdez; y alzando enseguida la cabeza el boticario y levantando poco a poco los ojuelos hasta él, exclamó entre acobardado y aturdido: Verdaderamente, , señor, es sorprendente... y espantoso, el caso ese... ¡lo que se llama espantoso!... Vamos, que necesito haberle oído en boca de usted, para darle crédito, , señor.

Dijo el por moderaos hasta seis veces, subiendo gradualmente de tono, y la última repetición debió de oírse en el puente de Toledo. El otro José estaba muy aturdido con la bárbara charla del grande hombre, el más desgraciado de los héroes y el más desconocido de los mártires.

Fue recibido con una aclamación, en que tomaron parte las señoras. Sin saber cómo, y cuando la emoción producida por tal recibimiento aún le tenía medio aturdido, se vio Reyes al lado de su ídolo, Serafina, que había comido mucho y bebido proporcionadamente. Estaba muy colorada y de los ojos le saltaban chispas.

Aunque ordinariamente dueño de mismo, Delaberge no supo disimular una viva expresión de sorpresa. En lugar de la vieja pleiteante que se había imaginado, veía ante a una mujer joven, de unos veintiséis años, esbelta, fresca, amable, con unos sonrientes ojos oscuros que ya desde el primer momento le gustaron de un modo infinito. Algo aturdido, Delaberge saludó.

Bozmediano estrechó la mano del joven aragonés y le hizo muchos ofrecimientos y protestas de amistad. El otro estaba tan aturdido, que lo contestó mal y con poca cortesía. dónde usted vive dijo Claudio retirándose: nos veremos. Y si no en la Fontana, á donde voy con frecuencia. Y se separó.

Nosotros, con el corazon desgarrado al oir aquellos sollozos, nos quedamos estáticos delante de aquel grupo interesantísimo. El labriego aturdido siguió á su mujer, y á los cuatro ó seis pasos de distancia, bajó la cabeza y dejó caer ambos brazos.

Y se precipitó por la escalera que conducía a la cala silbando un motete. ¡Pero exclamó el desgraciado Santiago, trémulo y aturdido , yo no he dicho que...!

Así que, ante la presunción de ser engañado por la mujer que amaba, su pensamiento se revolvía aturdido como el pájaro que penetra casualmente en una sala. Al fin la distracción llegó á ser tan manifiesta que la condesa se le quedó mirando un rato y le preguntó con inquietud: ¿Qué tienes? ¿Yo?... Nada. tal... Algo te pasa... ¿Por qué estás triste? No estoy triste. ¡Oh!

Hasta tal punto su desatinada pasión le había desequilibrado y aturdido. No sólo hizo esto sino otra cosa peor, si cabe. Su curador, al enterarse de sus gastos excesivos y de la vida que llevaba, s presentó un día en su casa, encerróse con él en el despacho y le interpeló bruscamente: Vamos a cuentas, Raimundo.