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Mas, con gran sorpresa suya, pasó todo el día del lunes, y pasó también el martes, y llegó y pasó asimismo el miércoles, sin que ningún coche parase a la puerta, ni atravesase una sola visita las antesalas, ni recibiera el oso del vestíbulo en su bandeja ninguna tarjeta, ni llegara tampoco el menor recado, la más insignificante misiva de atención, de interés o de consuelo... Aterróla entonces aquella soledad, que no sabía explicarse, porque ignoraba que la opinión había atravesado en el dintel de su puerta el cadáver de Jacobo; mas cuando llegaron a su noticia las voces que corrían y supo que una pérfida y misteriosa mano explotaba el funesto hallazgo de la capa de pieles, para hacer recaer sobre ella las sospechas del crimen, tuvo en su soledad vértigos de ira, estremecimientos de fiera acorralada, y decidió desafiar frente a frente a la calumnia con un golpe de enérgica audacia.

Lo que atraía la atención de todos era el desfile incesante de coches, símbolos de felicidad y bienestar en un país donde el afán de enriquecerse no tiene más deseo que no ir a pie como los demás mortales.

El atavío de las dos damas era tan distinto, que parecían ama y criada. Jacinta se puso su abrigo, sayo o pardessus color de pasa, y Guillermina llevaba el traje modestísimo de costumbre. Iba Jacinta tan pensativa, que la bulla de la calle de Toledo no la distrajo de la atención que a su propio interior prestaba.

La luna blanqueaba las copas de los manzanos, cubiertos por la nieve de sus menudas flores. Los melocotoneros extendían a lo largo de las paredes sus ramas, abiertas en abanico, llenas de capullos. Carlos respiraba el aire tibio de la noche, cuando oyó un cuchicheo y prestó atención. Estaba hablando su hermana Catalina, desde la ventana de su cuarto, con alguien que se encontraba en la huerta.

Fijó entonces sus pupilas, con profunda atención, en el descarnado rostro, y al reparar en la beatitud inefable que bañaba los párpados, comprendió que aquellos ojos hablan contemplado, antes de extinguirse, alguna visión deslumbradora del Paraíso. Dejole caer una flor sobre el pecho, y otra, y otra después...

»Si la suerte me hubiese a condenado y si me devolvieses mi palabra con la lealtad con que yo te devuelvo la tuya, te aseguro que ni un momento titubearía en aceptarla. Marqués de Pierrepont. Al señor Jacques FabriceEl pintor leyó una y otra vez, y aun volvió a leer con atención suma estas líneas, y, una vez al cabo de su contenido, se disponía a entregarla a la señora de Aymaret.

Sin embargo objetó, no comprendo bien la importancia extraordinaria que da usted al Código de Napoleón desde el punto de vista femenino. Va usted a comprenderlo respondió el cura, muy contento por la atención de su auditorio.

Vió poco después algunos de los curiosos que entraban en el bar, deteniéndose ante el mostrador para beber. Hablaban con grandes aspavientos de asombro. Al oir el nombre del griego repetido muchas veces, fijó su atención. Había gritado «¡bancoal empezar una nueva talla, cuando la banca poseía ciento cuarenta mil francos. Sólo aquel hombre de suerte era capaz de tal atrevimiento.

Otras muchas comedias, que en nada ceden á las indicadas, sino que, al contrario, prometen, si se representan, llamar más la atención hoy en la literatura dramática española, y hasta los dramas de poetas castellanos traducidos hasta ahora, ofrecen también, bajo este aspecto, rica cosecha.

Consiguió juntar mas de 2,500 pesos, que devolvió á sus dueños, precedidas las diligencias precisas de justificacion de legitimidad, y entregó al juzgado de bienes de difuntos, sin mas cargo que el de rogar á los interesados mantuviesen á sueldo, por algunos dias á su costa, las milicias que tenia alistadas, con el fin de ahorrar á la real hacienda este gasto, á que se convinieron gustosos, en atencion á los muchos beneficios que les habia proporcionado.