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En este asunto tengo por cierta especie de felicidad preocuparse de un Autor bueno, porque aunque no lo sea tan universalmente como le hace creer la preocupacion, por lo menos ya en algunas cosas no le ocasiona error.

Escudero puso a disposición de su esposa y de su hija una cantidad respetable, la cargó en sus libros y no volvió a ocuparse del asunto.

Tiene razón cuando me dice: «¡Oh!, esté usted tranquila, que si esto no se arregla por bien, como yo espero, entonces... ahí tenemos los tribunales. ¡Es asunto ganado!». ¡Oh! , los tribunales. ¡Qué bonitos son los tribunales!... Todo será cuestión de algunos meses. Después...».

Figura en primer término entre estos autores, el Capitán de navío de Académico de la Historia D. Cesáreo Fernández Duro, que ya por los años 1875 y 76 hizo estudio especial del asunto publicándolo en el Museo Español de Antigüedades y en las Disquisiciones náuticas.

Pero queremos ser clementes con todos esos seres impalpables que por tanto tiempo han sido nuestros conocidos, lo mismo con Rogerio Chillingworth que con sus compañeros. Es asunto digno de investigarse saber hasta qué punto el odio y el amor vienen á ser en realidad la misma cosa.

Existía entre los dos cierto asunto de dinero que ella necesitaba resolver. No le había escrito porque después de los sucesos recientes consideraba inoportuno el envío de una carta. Además, ni ella podía ir á Villa-Sirena ni quería recibirlo en su casa.

Ni Santa Rita de Casia, amiga Teresa, sufrió tanto como yo con aquel hombre endemoniado. En fin, usted ya lo sabe.... Pero cuente usted. A lo que estamos, que lo mío ya pasó y a nadie interesa. Y doña Manuela, como persona inteligente en el asunto, escuchaba la relación de la pobre Teresa, que balbuceaba y tenía que hacer esfuerzos para no llorar. Por la mañana lo había descubierto todo.

Entendió que su hijo se llamaría decididamente Antonio, no recordaba qué otra cosa, y Sebastián. Sebastián... ¿para qué? En fin, poco importaba. Las de Ferraz miraban al niño y al cura con la boca abierta, y como quien asiste a una farsa muy chusca; eran creyentes como cada cual, pero en el mundo, para aquellas señoritas como panderetas, todo era una guasa, asunto de broma y de castañuelas.

Arrellanose cómodamente en el sillón, tomó con una mano la tabaquera y con la otra su pañuelo, y mirándome de soslayo, preparose a sostener la discusión que preveía. Yo me lancé de golpe a mi asunto; me agité, me animé, me entusiasmé e hice incapié sobre las cualidades elogiadas en mi historia, tras de lo cual pasé a mis conocimientos particulares.

D. Custodio prometió despacharlo en todo este mes. ¡Viva don Custodio! ¿Y si don Custodio dictamina en contra? preguntó el pesimista Pecson. Con eso no contaban, embriagados con la idea de que el asunto no se archivaba. Todos miraron á Makaraig para saber qué se resolvía.