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Las cejas espesas que le caían sobre los ojos daban a su rostro un aspecto sombrío; las palabras salían penosamente de sus labios, como si el hecho solo de hablar hubiera sido para él una tortura; sin la franqueza y la profundidad de su mirada, sin la sonrisa bonachona que iluminaba a veces como un rayo de sol sus facciones duras y toscamente modeladas, se le habría tomado por un hombre odioso.

Era la hora en que el paseo adquiría su aspecto más brillante. A todo galope de los briosos caballos bajaban carretelas y berlinas, y por las aceras del paseo desfilaban lentamente, con paso de procesión, las familias endomingadas. Los verdes bancos no tenían ni un asiento libre.

Chichí también quiso volver. René ocupaba mucho lugar en su pensamiento. La ausencia había servido para que se enterase de que estaba enamorada. ¡Tanto tiempo sin ver al «soldadito de azúcar»!... Y la familia abandonó su vida de hotel para regresar á la avenida Víctor Hugo. París iba modificando su aspecto después de la sacudida de á principios de Septiembre.

Aquí, por mucho que las miro, me es imposible saber si son jóvenes o viejas, guapas o feas, buenas o malas, pues tienen un aspecto, que desconcierta, de serlo todo a la vez. En el mismo momento se presentan bajo aspectos enteramente contrarios y la incertidumbre que producen es causa de cierto malestar.

Al lado de los grandes tajos, forman, después de caídos estos restos, un cerro, un montecillo ó hasta una montaña secundaria. Lo conocí un día en la posición de las capas y en el aspecto de los planos de fractura visibles aún en las dos paredes correspondientes.

En eso dice usted verdad. Algunas noches, al asomarme a esta baranda, me fijo en los emigrantes que duermen al aire libre huyendo del calor de los sollados. Ofrecen el aspecto de un campamento, y por esto tal vez viene a mi memoria el recuerdo de los granaderos de Napoleón, que no eran más que simples soldados, pero al dormir sobre la tierra dura veían desfilar en sus ensueños toda clase de grandezas. Cada uno creía llevar en su mochila el bastón de mariscal, y esto bastaba para que corrieran sin cansancio toda Europa de combate en combate.

Es la inevitable y primera sensación que causa Londres; la inmensidad, el ruido, el tumulto, producen los efectos del desierto; uno se siente solo, abandonado, en aquel momento adusto y de un aspecto severo... ¡Charing-Cross!

Algunos hablaban misteriosamente al encontrarse; otros discutían en los mesones con insólita nerviosidad sin alzar demasiado la voz, pero arrufando el hocico y tomándose a veces las partes viriles con toda la mano, para dar más vigor a sus bravatas y juramentos. Con sus puertas y ventanas sin abrir, los caserones de la nobleza tenían el aspecto de rostros patéticos y enmudecidos.

Un cuarto de hora después volvió a aparecer doña Sol, pero con distinto aspecto, sin la negligencia exótica con que los había recibido, vistiendo uno de aquellos trajes enviados de París, modelos de Paquin, que eran la desesperación y el asombro de parientas y amigas. Don José volvió a insistir. Se iba, era inevitable; pero su matador se quedaba.

Una señora mayor, bondadosa y amable, la acompañaba, y precedíala una celadora, cabo femenino o presidiaria distinguida, de aspecto gitanesco y hombruno.