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Abrió, y entró la india, diciendo que venía a arreglar la pieza, pero él quiso despedirla, porque ya no valía la pena. Mira, deja las cosas revueltas como están, y vete. La tomó del brazo y empujóla hacia la puerta; ella se resistía, mirando al joven con sus ojos extraños.

El joven sacó el fósforo y se lo entregó encendido, con el mismo silencio. Volvió de nuevo la cabeza y siguió mirando fijamente el horizonte, mientras Clementina pegaba fuego al montón de cartas y las veía arder poco a poco. Tardaron algunos momentos en consumirse: necesitaba arreglar con sus manos enguantadas el montoncito para que el fuego no se apagase.

El prendero examinó el cuadro, luego empezó a arreglar sus 15 muebles. Después de una hora se presentó otro caballero. Quería comprar una mesa y algunas sillas. No le gustaron los muebles pero antes de marcharse vio el cuadro. Lo examinó con cuidado y luego preguntó el precio. No puedo venderlo, contestó el prendero no es 30 mío.

Napoleón, porque aquello está muy revuelto y usted solo lo podrá arreglar». Y Napoleón coge la Corona y se la da a su hermano, mientras volviéndose a ustedes les dice: «Españoles, conozco vuestros males y voy a remediarlosPero ustedes se encabritan con aquello, y contestan: «No, camarada, aquí no entra usted.

Se apresuró a arreglar la cama haciendo desaparecer toda señal de haber descansado en ella y salió de la estancia; se despidió de Josefa y fue a su casa. Al oscurecer llegó el P. Gil; se vio con él y convinieron en salir a la madrugada, antes que fuese día, y montar en el coche que aquél había dejado en las inmediaciones.

No se meta usted en esas cuestiones, que no son para cabezas ramplonas y de cuatro suelas. Usted es el que no debe meterse en ellas exclamó Carrascosa sin poderse contener; y el tiempo que le dejan libre las barbas de sus parroquianos, debe emplearlo en arreglar su casa.

Pero en lo que mayormente sobresalían todas era en el arte de arreglar sus propios perendengues. Los domingos, cuando su mamá las sacaba a paseo, en larga procesión, iban tan bien apañaditas que daba gusto verlas. Al ir a misa, desfilaban entre la admiración de los fieles; porque conviene apuntar que eran muy monas.

Cuando de tarde en tarde levantaba la cabeza para arreglar el hilo y su mirada se encontraba con la de Gabriel, animábase su cara con una pálida sonrisa. En el aislamiento en que los había dejado la indignación del padre, sentían la necesidad de aproximarse, como si les amenazara un peligro. La enfermedad los unía.

¡Ya! exclamó la viuda con entonación irónica . Mire usted por y deje a los demás arreglar sus cuentas como Dios les a entender. Ya ve usted que procuro nutrirme. , pero que vaya un poco también al cerebro, porque el día menos pensado se cae usted en la calle de tonto. ¿Se ha ofendido usted? preguntó riendo el elegante como si hubiese dicho la cosa más descabellada del mundo.

No encontrando explicación que pudiese dejar satisfecho a su tío, Andrés prefirió no dar ninguna. Ambos, pues, se mantuvieron callados. Al cabo, nuestro joven se fue otra vez tristemente hacia la casa y se puso a arreglar el baúl.