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Aquí, como testigos de la escena que estamos describiendo, se encontraba el Gobernador Bellingham, con cuatro maceros junto á su silla, armados de sendas alabardas, que constituían su guardia de honor. Una pluma de obscuro color adornaba su sombrero, su capa tenía las orillas bordadas, y bajo de ella llevaba un traje de terciopelo verde.

Eran soldados de ocasión, armados de alabardas, de picas, de mosquetes. Caminaban con paso solemne, entre desconfiados y fieros, sin atreverse a mirar a las ventanas.

D. Juan de Mendoza, general de las galeras de España, alegó orden de S. M. para regresar á sus costas, por no estar subordinado á Juan Andrea; otros generales lo estuvieron á más no poder. Á principios de octubre se pasó muestra en Mesina á 12.000 hombres bien armados, puestos bajo el guión del Duque de Medinaceli.

Pasaba, sencillamente, que aquellos tres individuos eran de la partida del Cura y habían presentado a Bautista Urbide este sencillo dilema: «O formar parte de la partida o quedar prisionero y recibir además, de propina, una tanda de palosMartín iba a lanzarse a defender a su cuñado cuando vió que a un extremo de la calle aparecían cinco o seis mozos armados. En el otro esperaban diez o doce.

Para impedir el daño del patianac, se sitúan armados en los caballetes y alrededores de la casa, y dan tajos á derecha é izquierda y fuertes voces para ahuyentar al mal genio.

Á la cabeza de cincuenta italianos escogidos y bien armados se abrió paso casi hasta el mástil del barco inglés y los marinos se vieron cogidos como entre dos muros de hierro por sus fieros asaltantes, dando y recibiendo la muerte sin pedir cuartel. Pero en aquel instante supremo les llegó el auxilio que tanto necesitaban.

No sólo pelea por su alimento, sino porque tiene necesidad de destruir: una vez saciado, y harto hasta reventar, todavía destruye. Aunque carece de armadura defensiva, no por eso es menos inquieto bajo su resoplido amenazador; su seguridad consiste en atacar. Todo ser se convierte para él en enemigo, lanzándole al acaso sus largos brazos, mejor dicho, sus látigos armados de ventosas.

Doña Mencía apenas conversaba con más personas que con el Padre Atanasio su capellán, con Nuño, su escudero y maestresala, y con la hija de Nuño, Leonor, que era su íntima servidora y confidenta. Mucho lamentaba doña Mencía, en sus conversaciones con el Padre Atanasio, los escándalos y las civiles contiendas que asolaban el país y tenían a sus hombres de más valer armados unos contra otros.

Salieron con las cartas á las diez del dia: aquella tarde extendíose un rumor entre los indios, que venian en el barco indios Tobas, sus contrarios: y armados unos 50 indios, fueron en alcance de dicho Guzman, al que no permitieron llegase al barco sin que primero ellos lo bombeasen, y registrasen qué gente venia en el barco: y habiendo visto no venian indios Tobas, lo condujeron al sitio del barco.

La sala, cuya puerta de comunicación con el gabinete estaba abierta, parecía una trastienda, y encima de todas las sillas no se veía otra cosa que sombreros armados y por armar, piezas de cinta, recortes, hilachas. Destapadas cajas de cartón mostraban manojos de flores de trapo, finísimas, todas revueltas, ajadas en lo que cabe, tratándose de flores contrahechas.