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El interesado, en vista de la gracia y pensión señalada por el Monarca, sin pedirla él, hizo saber á Villeroy «que era perro y peregrino; pero perro peregrino en la fidelidadCasi al mismo tiempo informaba á su amigo el Conde de Essex de haberse interceptado cartas de España por las cuales se venía en conocimiento de los proyectos del Conde de Fuentes en Flandes, así como de las miras de Nabucodonosor, que á toda prisa reunía ejército y armada.

El brazo izquierdo se apoyaba en el instrumento y la cara descansaba en una mano, oculta casi por la palma y los dedos. Con la diestra armada de un palillo golpeaba lentamente uno de los parches, y así permanecía inmóvil, en actitud reflexiva, con el pensamiento concentrado en su improvisación, contemplando el inmenso horizonte del mar a través de sus dedos.

Creó al efecto el referido Ministerio, de orden de S. M., una Junta presidida por el General de ingenieros de la Armada D. Casimiro Bona y compuesta del Capitán de navío D. Cesáreo Fernández Duro, del artista D. Rafael Monleón, anteriormente mencionados, actuando como secretario el Capitán de fragata D. Emilio Ruiz del Árbol, que lo era de la Secretaría militar del mismo Ministerio, y por garantía de acierto en cuestiones ajenas al tecnicismo, pidió á la Academia de la Historia el concurso de dos de sus miembros en el estudio, siendo designados los Sres.

Despues de haber llegado al puerto de San José al principio de la expedicion, y despues de haberse abandonado la entrada de este por el capitan graduado D. Pedro Garcia, y el primer piloto de la real armada D. Manuel Bruñel, se me mandó á á dicha comision con el bergantin que shoy tengo á mi cargo.

Parece que Don Rodrigo quería alzarse con el santo y la limosna. Siempre ha sido Don Rodrigo muy alentado. Y que tal zancadilla tenía armada al duque, que éste ha echado por el camino más corto para no perder tiempo. ¿Conque acusan á su excelencia...? ; pero hablad más bajo, vida mía, si no queréis dormir esta noche sin más compañía que las ratas.

Isabel se disfraza entonces de hombre, y se encamina á juntarse con la armada de su padre, en donde no es conocida, aunque se le recibe benignamente por su semejanza con la que se cree muerta.

Con esta respuesta Jimelix volvió á pasar el estrecho, y á prevenir su gente en tanto que la armada llegaba y poco después embarcados en los navios y galeras que se pudieron juntar, llegaron á Galípoli dos mil infantes, y ochocientos caballos Turcos, con sus hijos, y mujeres, y haciendas.

Gran parte de la armada infiel había sido apresada, y el resto huía proa al Levante. ¡Victoria, victoria! sonaba por todas partes. Ya no se oía el estruendo formidable de la artillería. El humo se elevaba lentamente, y se disipaba en los aires. Doscientos veinticuatro bajeles perdieron los musulmanes.

El Super-intendente del Rio Negro, con la cosecha del trigo de dicho año, que ascendió á 1269 fanegas y tres cuartillas, acreditó podia subsistir la poblacion con sus frutos; y de resultas del reconocimiento de aquel rio, que emprendió el segundo piloto de la real armada, D. Basilio Villarino, internándose hasta muy cerca de Valdivia, proporciones de los parages que anduvo, esperanzas que prometian los rios que quedaron por reconocer, y la descubierta que á poco tiempo hizo el teniente de infantería D. José de Salazar, abriendo camino por tierra desde dicho puerto de San José á dicho rio, en oficio de 13 de Octubre del mismo año, expuso al Señor Virey lo importante de ambos establecimientos; fundando las razones y motivos en estas últimas resultas, que rebatian las objeciones de los informes y dictámenes, y á un mismo tiempo manifestando las utilidades que podian sacarse de ellos.

Siguiendo la muralla en la parte mas alta del Tozal , se hallaba la puerta de Zaragoza, porque antes empezaba desde ella el camino que conducía a dicha ciudad: entre ambas puertas hay una pequeña planicie, en la cual el día 7 de Enero de 1486, tuvo lugar un auto de fe: fueron allí quemados por heréticos o judaizados, nueve vecinos de Teruel, siete hombres y dos mugeres: desplegose fúnebre e inusitada pompa para el cruento espectáculo: escoltados por mucha gente armada de a pie y de a caballo llevaron a los presos por la carretera de la cárcel, desde las casas llamadas del Arzobispo, hasta la plaza llamada del Mercado, en la cual habían erigidos dos cadalsos: subieron al uno el inquisidor y sus ministros con trages negros; ocuparon el otro las víctimas con sambenitos amarillos y mitras de color negro: después de una arenga que les dirigió el inquisidor, leyose a cada uno su proceso y deposición de testimonios, y luego llevados a la planicie mencionada, y en la era de Pero Pancha fueron quemados en las grandes hogueras que al efecto se habían encendido.