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Hablé de los cuadros de la galería, de las grandes emociones que debían recordar al capitán y del interés respetuoso que sentía al contemplar al héroe de aquellas gloriosas páginas. Entré también en detalles y cité, con cierto calor, dos ó tres combates en que el brik L'Aimable me había parecido realizar verdaderos prodigios.

¿Quiénes eran aquellas mujeres?... Rafael conocía toda la ciudad y jamás las había visto. La que estaba cerca de él, era indudablemente una servidora de la otra; la doncella, la acompañante. Vestía de negro, con cierta gracia sencilla, como una de esas soubrettes francesas que él había visto en las novelas ilustradas.

La ciudad de Caracas está situada en el valle que lleva su nombre y que es uno de los más bellos que se encuentran en aquellas regiones. Bajo un clima templado y suave, la naturaleza toma un aire tal de lozanía, que el viajero que despunta por la cumbre de Avila, cree siempre hallarse en el seno de una eterna primavera.

Algunas de aquellas guirnaldas estaban formadas de hierbas odoríferas, de esas que las niñas gustan de guardar en su pupitre, aquí y acullá, enlazadas con las plumas del bacai de la vainilla y de la anémona silvestre, el maestro reparó en la capucha azul oscuro de la adormidera o acónito venenoso.

Porque pasábamos de docena y media los comensales, entre propios y extraños. No entendían el rumbo de otro modo las mujeres que lo habían manipulado; y así me expliqué yo perfectamente sus afanes y desvelos, y las gentes y las cosas que habían movido y removido en la casa, en el lugar y fuera de él, de tres días a aquellas horas.

Yo hube miedo que con aquellas diligencias no me topase con la llave que debajo de las pajas tenía, y parecióme lo más seguro metella de noche en la boca.

Y se veía ella misma lo interior del cráneo como si estuviese lleno de todas aquellas flores: lo que le sucedía siempre que estaba sola, con Juan Jerez al lado.

Háblese de lo que se quiera, luego salen vertiendo noticias fuera del lugar y tiempo, y estas á veces tan mal digeridas, que no parecen sino un aborto, ó una de aquellas insufribles evacuaciones, que por descargarse excita la naturaleza.

En el siglo de que vamos hablando no existian aun aquellas famosas abadías matrices de Cluni y del Cister, que por efecto de la inmensa importancia política y religiosa que adquirieron, no pueden en manera alguna compararse con los monasterios anteriores á la primera reformacion.

De este encuentro surgió un motivo más de cólera para toda la huerta. El tío Tomba ya no podía meter sus ovejas en aquellas tierras, después de diez años de pacífico disfrute de sus pastos. Nadie decía una palabra sobre la legitimidad de la negativa de su ocupante al estar el terreno cultivado.