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De las tiendas salían haces de luz que llegaban al arroyo iluminando las piedras húmedas cubiertas de lodo. Delante del escaparate de una confitería nueva, la más lujosa de Vetusta, un grupo de pillos de ocho a doce años discutían la calidad y el nombre de aquellas golosinas que no eran para ellos, y cuyas excelencias sólo podían apreciar por conjeturas.

Eran los pobladores de aquellas islas a modo de los ejércitos destacados largos años en una frontera, que acaban por crear ciudades y producir generaciones aparte. El Mar Tenebroso, violado por estos intrusos en su huraña soledad, iba librándoles a regañadientes, poco a poco, el secreto de sus lejanos horizontes inexplorados.

Ya que le paresció que habria hecho aquel capitan suyo lo que le habia mandado, levantóse el Viracocha Inca y rogó á Inca Yupanqui que metiese aquellas cosas que llevaba de Uscovilca dentro del aposento do ántes le habia rogado que las mandase meter, para que las pisase su hijo Inca Urco y que luego se las pisase él.

Las proezas y aventuras de los expedicionarios ingleses y de su indomable capitán, las descripciones interesantísimas de tipos y costumbres de la época, los múltiples incidentes de aquellas marciales jornadas, ora sangrientos y heróicos ora altamente cómicos, todo en suma, está ideado y referido con tal naturalidad, con exactitud y gracia tantas, que hacen de este libro una obra acabada y uno de los más preciados timbres de la fama literaria de su autor.

Llévame a ese lugar donde el arroyo se ensangosta, que agora es invierno y sabe mal el agua, y más llevar los pies mojados." Yo, que vi el aparejo a mi deseo, saquéle debajo de los portales, y llevélo derecho de un pilar o poste de piedra que en la plaza estaba, sobre la cual y sobre otros cargaban saledizos de aquellas casas, y dígole: "Tio, éste es el paso más angosto que en el arroyo hay."

Porque gastamos en leerlos y escribirlos aquellas fuerzas de la juventud que pudieran emplearse en la alegría y el amor. Pero nosotros ansiamos saber mucho. Y cuando llega la vejez y vemos que los libros no nos han enseñado nada, entonces clamamos por la alegría y el amor, ¡que ya no pueden venir a nuestros cuerpos, tristes y cansados!

Por otra parte, el aspecto de aquellas grandes salas de cigarros comunes era para entristecer el ánimo. Vastas estanterías de madera ennegrecida por el uso, colocadas en el centro de la estancia, parecían hileras de nichos.

Aquellas grietas, donde al caer ó deslizarse hay muy rara esperanza de salvacion, ofrecen los mas bellos variantes de colores, reflejos, cortes y relieves: en unas partes, blancos y fúlgidos cómo el diamante pulido, ó azules como el cielo; en otras, verdes ó cristalinos como las ondas de un lago, ó ligeramente sonrosados como los pálidos pétalos del lirio silvestre.

Los chinos extrajeron los moluscos de las pailas con las espumaderas y los fueron echando sobre una lona que habían tendido cerca de las fornallas. Hans y Cornelio contemplaban atentamente todas aquellas maniobras.

Al despertar todas las mañanas se sorprendía Anita con una sonrisa en el alma y una plácida pereza en el cuerpo. Las tías le permitían levantarse tarde, y gozaba con delicia de aquellas horas. Para ella su lecho no estaba ya en aquel caserón de sus mayores, ni en Vetusta, ni en la tierra; estaba flotando en el aire, no sabía dónde.