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«Pero hombre, no te apures le decía su mujer . Volverás a los Santos Lugares». ¿Pero crees, tonta, que van a quedar Lugares Santos? Todos serán lugares pecadores. Verás la que se arma: guillotinas, sangre, ateísmo, desvergüenza, y por fin, vendrán las naciones... no te creas, ya puede que estén viniendo... en socorro de la Reina; vendrán las naciones y se repartirán nuestra pobre España.

Ambos permanecieron silenciosos: ella inmóvil, sin valor para rechazarle; él en la misma postura, sintiendo en la frente el dulce calor del pecho de su amada. Al cabo de unos cuantos minutos dijo Cristeta: Vamos, no te apures... mírame cara a cara. ¿Sirve esta pobre mujer para convencerte de que no lo has perdido todo?

Yo le decía que hiciera como los demás; pero ¡qué esperanza! Siempre me respondía lo mismo: «Ante todo el deber, Petrona». Claro que el deber es el deber; pero también quedarse medio fundidos cuando los demás, hijita, hacen lo que hacen, tratando de salvarse, aunque haya que clavar a medio mundo... No te apures, Petrona; todo se ha de arreglar. Hijita, no cómo.

Ya ves, parece feo un hombre sin trabajar, comiendo la sopa boba... Así que me voy desde luego... Pero no te apures, que yo encontraré ocupación; todo se arreglará.

Pues si no fuera porque el lance es bastante triste, te diría que te rieras... ¡Te has de quedar más convencida...! Y no te apures por la plancha, hija. Ahí tienes lo que las personas sacan de ser demasiado buenas. Los ángeles, como que están acostumbrados a volar, no andan por la tierra sin dar un traspié a cada paso.

Su estancia en Saludes fue puramente accidental. El médico en propiedad del balneario, que era un intimo amigo y compañero suyo, cayó enfermo, pidió licencia, concediéronsela, necesitó prórroga, se la negaron, y cuando se hallaba a punto de perder la plaza, le dijo Juan: No te apures: para estas ocasiones son los amigos de mis padres; yo haré que me nombren director de Saludes, como supernumerario, en comisión, sin sueldo, de cualquier modo... y en paz: te curas, y cuando puedas trabajar me retiro modestamente por el foro.

¿Cómo? ¿yo? exclamó asustado. Pero, mujer, ¿no comprendes que eso puede engendrar sospechas? La dama se obstinó. Que , que había de ser padrino. Si sospechaban, buen provecho. A ella le tenía sin cuidado. Pero viéndole realmente afligido cambió de idea. No te apures, hombre, no te apures dijo dándole un tironcito a la barba.

Cuando al día siguiente se despertó el madrileño, su primer recuerdo fué para el aldeano; y, en su consecuencia, la primera pregunta á su amigo, en estos términos: ¿Le entregaron el dinero? No contestó el mayorazgo. Caramba, lo siento mucho.... Bah..., no te apures ... y, por de pronto, lee este papelito que me ha entregado para ti el alguacil del concejo.

JOAQUÍN. No te apures por eso...; lo mismo me da. ISIDORA. Y mañana irás a una casa más decente. ISIDORA. Para que vivas con más decoro. JOAQUÍN. ¡Ideas convencionales! Ya he reflexionado, y eso no puede ser. Eso lo pueden hacer los pájaros, que no conocen la acuñación de moneda. Estamos dejados de la mano de Dios. No hay que pensar en casita ni en simplezas.

Á la mañana siguiente, vió entrar el cura en su casa á Varmen, la que deshecha en lágrimas le refirió lo que le había pasado. No te apures, hija, le dijo, cuando hubo concluido de hablar: ésos son espumarajos del coraje, que cae cuando la razón vuelve á adquirir su imperio. ¡Padre, no le conocéis! repuso sollozando Varmen, es un desalmado. ¡No salgáis, por Dios, mañana; que os va á matar!