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Cogió el sombrero y el bastón, apagó la luz y bajó la escalera velozmente. En un instante salvó el corto espacio que le separaba de la casa de su novia y penetró en la tienda, dando las buenas noches con menos aplomo que otras veces. Había ya alguna gente, porque era noche de lotería. Paco Ruiz se hallaba sentado sobre el mostrador mordiendo un cigarro, como la vez primera que le vimos.

Algunas veces perdía el sonriente aplomo de su amoralidad; parecía dudar con cierto miedo, pero después seguía adelante con mayor ímpetu, guiada por sus impulsos. Y esta criatura bella e inconsciente, sin más regla de voluntad que el instinto, venía de pronto hacia él por un capricho inexplicable. ¡Dulces sorpresas de la existencia!... No era posible dudar.

En ciertos viajes predominaban los comerciantes, y la cubierta de paseo era durante veinte días igual a un salón de Bolsa. Rodaban millones de la mañana a la noche, y el buque se movía con el aplomo insolente de un banquero bien forrado que no teme al destino. Las enormes cantidades, compuestas puramente de palabras, parecían gravitar realmente en sus entrañas con peso abrumador.

Entonces me lo dijo con una sangre fria, con un aplomo, con una conciencia de su buen derecho, que yo le escuchaba y no comprendia qué queria decirme. ¡Cuitado de mi! Me mudaba por ahorrarme 50 francos mensuales, y aquel hombre me pedia 67. ¿Qué es esto? Yo tengo el defecto de que doy demasiada importancia al no quejarme, al sufrir en silencio; pero esta vez no quise callar.

En su semblante animado parecía haberse descorrido un velo de niebla y sus movimientos, aunque llenos de calma y aplomo, no eran tan cansados y yertos como antes. Al subir ellos al tren, caía la tarde y el sol descendía con la rapidez propia de los crepúsculos del otoño.

No puedo decirte en pocas palabras lo que he hablado con ese buen señor; pero puedo asegurarte que tiene por ti un cariño bastante parecido a la idolatría.... Cuando este pensamiento mío empezó a atormentarme el cerebro fui a ver a mi hombre. No qué agitación, qué falta de asiento y aplomo encontré en él.

Jacobo, herido en su vanidad, derrotado en sus planes, revolvíase furioso al verse cogido en sus propias redes, mientras la marquesa, muy sorprendida y admirada, preguntábale sin perder un punto de su aparente ingenuidad y su señoril aplomo: ¿Pero por qué no quieres firmar?... ¿Qué encuentras en ello de malo? Porque..., porque..., porque firmar eso, es renunciar a mi dignidad de marido.

Los buenos los ha vendido usted... ¿Y el alfiler, la cadena, el medallón...? Esas prendas son mías y puedo disponer de ellas a mi gusto dijo Isidora prontamente, dueña ya de misma. Las ha empeñado usted. Las he pignorado replicó ella con aplomo y burla , como dicen ustedes los hombres de negocios. por el tapicero que no ha pagado usted las sillas. Y sin embargo... Usted me dio el dinero.

Parecían tener ojos, ver el peligro, y saltaban con excesiva ligereza, sin aplomo para esperar, así que sentían las ondulaciones del aire cortado por el empuje de la fiera. Gallardo volvía contra el público la vergüenza del fracaso, la rabia por su repentina debilidad. ¿Qué deseaban aquellas gentes? ¿Que se dejase matar para darlas gusto?... Bastantes señales de loca audacia llevaba en el cuerpo.

En vez de Lasalles, entre nosotros, se dedican los chiquillos a la política. ¡No sabe aún resolver un sencillo problema aritmético, y habla, sin duda, con aplomo, de cuestiones políticas, sociales, financieras! No estaría de más asustarla un poco; sería una buena lección para ellaApenas había formulado en su interior tal pensamiento, tuvo una inspiración repentina.