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Mas en medio de la faena, el diestro sufrió una colada y perdió enteramente el aplomo; dio otros tres o cuatro pases sin confianza y descompuesto; y deprisa y corriendo, sin estar bien cuadrado el animal, lió el trapo bastante lejos y se tiró a paso de banderillas. La estocada resultó un bajonazo de lo más malo que nunca se hubiera visto.

Llegó después de dos horas de marcha, deteniéndose muchas veces para dar aplomo á su cuerpo, que se balanceaba sobre las inseguras piernas. El aguardiente se había apoderado de él. Ya no sabía con qué objeto había llegado hasta allí, tan lejos de la parte de la huerta donde vivían los suyos, y acabó por dejarse caer en un campo de cáñamo á orillas del camino.

Casi se había olvidado de escribir, por falta de uso; pero así que le hablaban de reses bravas, de la crianza de toros y caballos o de faenas agrícolas, animábanse sus ojos, expresándose con el aplomo de un gran conocedor. Nublose la luz del sol. Palideció la sábana de oro tendida sobre la blancura de uno de los lados de la calle. Algunos miraron a lo alto.

Lázaro trató en aquel momento supremo de desesperación de reunir todo su aplomo para hablar, para defenderse, para gritar, para decir á todos que era inocente, que era un infeliz, un pobre diablo, el último de los seres. No le escuchaban. No podía hablar, ni para defenderse, ni para despreciarlos: se doblegó bajo el peso insoportable de tanta mirada y de tanta cólera.

Apenas habrá pueblo en el mundo en que los hombres vuelvan la cara con más sangre fria, y se queden mirando con más formalidad los piés y las piernas de las transeuntes. Esto viene de una raíz muy honda: viene de cierto temperamento que es el carácter más distintivo del pueblo francés. No hay casta social donde con tanta gravedad y tanto aplomo se hagan cosas ridículas.

La semejanza del impostor con el difunto Don Sebastián, y aún más la astucia y el aplomo increíble de su conducta, hacen que todos lo confundan por completo con su querido Rey, y que se obliguen á servirlo con vidas y haciendas. Pero pronto muda la escena. Felipe II, á cuyo conocimiento ha llegado la existencia de esa conjuración, se apresura á sofocarla en su nacimiento.

Antes que las ramas y plantas que lo cubran hayan retoñado, Pablo la habrá olvidado y antes de que las hojas tengan tiempo de marchitarse otra vez, habrá vuelto al Pavol y... Sonrió expresivamente, y se marchó sin terminar su frase. Yo le miré alejarse sorprendida, pensando que son muy originales los tíos que predicen el porvenir con tanto aplomo.

Una tras otra, inspeccionó todas las piezas de la casa, jugando «a los propietarios» como los niños «a las personas mayores» y aprobándolo o criticándolo todo con un aplomo y una convicción de las más graciosas. Tan bien representaba su papel, que se engañaba a misma, y si la de Candore se hubiera presentado de pronto casi la hubiera recibido como invitada.

La condesa no se aturdió tampoco; con la exquisita distinción de la gran señora de raza, que tan en alto grado poseía, y el aplomo de la mujer de mundo que encuentra reparos para todos los apuros, y salida para todos los laberintos, y palabras para todas las situaciones, expuso a la dama anónima el objeto de su visita.

El ayo volvió a mirar compungidamente a la Condesa, pintando en sus húmedos ojos la persuasión de que no había instruído al mayorazgo en tales iniquidades, y D.ª María reprendió a su hijo con majestad verdaderamente regia, diciéndole con pausa y aplomo estas amargas palabras: Hijo mío, recordarás que te entregué una espada que fué de tus abuelos.