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Poitiers, que fué la capital de la antigua provincia llamada Poitou, lo es hoy del departamento del Vienne, que cuenta 325,000 habitantes. El rio Vienne, afluente del bajo Loira y engrosado por Creuse, constituye su principal centro hidrográfico. Su poblacion asciende á mas de 25,000 almas.

Tal es el origen de esos continuos cambios en el lugar de la escena que han permitido al nuevo drama tratar los asuntos más complejos de la epopeya, de la historia y de la novela antigua.

Vese distintamente establecida por el puerto y la espléndida calle Canebière la division de la ciudad en dos partes de tipo diferente: la antigua y la moderna.

Y lo era, así mismo, el médico, ya bastante viejo y chapado a la antigua, hombre de pocas palabras, pero sapientísimo tresillista, que solía hacer el cuarto en la mesa cuando doña Inés jugaba.

¿La pequeña Irma, que tenía las manos tan rojas y la deplorable costumbre de pisar los moñigos de vaca? La pequeña Irma es ahora una joven que vuelve de Santa Clotilde con todos los diplomas y tan hecha a las buenas maneras, que desprecia soberanamente a los aldeanos, empezando por el bueno de su padre. Prefiero, entonces, la antigua Irma.

»Para poner las manos en una heridas como las suyas hay que tenerlas muy suaves y muy delicadas. Magdalena habría escrito esta carta con gracia incomparable, con sin igual ternura; pero, ¿en dónde se podría encontrar otra como ella? Yo sólo puedo hablarle con el instinto de mi corazón y con mi amistad antigua y sincera, con mi hondo afecto de hermana.

Hasta la noche.... Adiós, niñas. Esta noche iré a ver a ustedes. Y Teresa enviaba una sonrisa sin expresión a su antigua señora, como suplicando que no abandonase la tarea de catequizar a su esposo. ¡Buena estaba doña Manuela para tales indicaciones!

Mis tíos, la falsa niñera que tantos plantones te ha dado, mi antigua criada Inés, su marido, a quien alquilé la berlina, la madre del chico, cuantas personas me conocen, hasta la Mónica, una mujer que tiene aquí abajo casa de huéspedes y que ha servido en la tuya; todos pueden decirte cuál ha sido mi vida. Te dirán también que alguna vez salía muy bien vestida: ya sabes para qué.

A la mañana siguiente de su vuelta de la antigua capital de Blefuscú se presentó con un nuevo regalo para el coloso. Su amigo el profesor de Física, que apenas si se acordaba ya del accidente maternal de pocos días antes, le había fabricado un aparato para que Gillespie pudiese escuchar considerablemente agrandados los ruidos que resultan ordinarios en la vida de los pigmeos.

Lubimoff la vió como un espectro dentro de sus flotantes vestiduras de luto, más flaca, más alta, con los ojos de una fijeza alarmante. Su tez, había perdido la antigua blancura, ennegreciéndose como si la tostase un fuego interior. Por el momento, su única preocupación era construir un palacio en la Costa Azul.