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No diré que si usted bebe ese peleón que traen los arrieros de Toro, lleno de campeche y otras porquerías, no quede usted peor que antes; pero en tratándose del vino de Rueda legítimo y con diez años en la bodega, como el que tiene delante, diga usted que es una bendición del cielo, y que apaga la sed lo mismo que hace discurrir á un borrico... ¡Calle!... ¡pues si no le he traído copa para beberlo!... ¡Válate Dios... válate Dios... válate Dios!...

Eso quería ella, que el Magistral mandase, dispusiera de ella y de sus actos. Ana volvió hacia De Pas, que estaba cerca del balcón y le sonrió como poco antes en la catedral. Aquella sonrisa pedía perdón y bendecía. Don Fermín estaba pálido, le temblaba la voz. Estaba más delgado que por el verano. En esto pensaba Anita. ¡Estoy tan cansado! dijo él y suspiró con mucha tristeza.

Para éste, el prisionero muerto en Alemania era el mismo joven que él había conocido en París antes de la guerra: el amante de la duquesa, que la seguía á todas partes y danzaba con ella en los té-tango. Además, Miguel sentía miedo á lo que pudiera añadir Castro, reflejando el pensamiento de «la Generala».

Un caballero de tanta religión como usted no podía emparentar con un hombre tan escandaloso. ¡Toda, la culpa la tiene ese bribón de las gafas! añadió arrojando miradas fulgurantes hacia el sitio donde estaba Moreno. ¡Si don Pantaleón antes era un bendito! Recuerdo que una vez que estuve en su casa se levantó una tempestad de truenos y relámpagos.

Canterac reía de él por lo bajo, afirmando que había frotado largamente sus sortijas, su cadena de reloj y hasta los gemelos de sus puños, antes de salir del bengalow, para deslumbrarlos á todos con su brillo. Una noche se presentó Pirovani vistiendo un traje de colores detonantes que acababa de recibir de Bahía Blanca, y con un manojo de rosas enormes.

DEMANDADO. No hay arreglo que valga; antes al contrario, estoy resuelto á pedir que se escriba el juicio, y á acudir con mi causa adonde haya lugar. ALCALDE. ¿Qué dice á esto el señor don Silvestre? DON SILVESTRE. Que se me está acabando la paciencia y temo que voy á echar por la ventana á ese bribón. MERLÍN. Que coste ese nuevo ultraje. MERLÍN. Que no se me falte, eso es lo que digo.

Adriana le pegaba por una rivalidad pueril. Estaban solas en el patio de la casa y junto a la habitación donde el padre muriera algunos meses antes.

Después de haber fijado la hora del encuentro, Freya quiso irse. Pero antes de volver á su lancha sintió la curiosidad de registrar el buque, como había registrado el salón y los camarotes.

Al cabo el mozo de la Braña alzó la suya. Por sus mejillas se deslizaba una lágrima, pero en sus ojos altivos se leía una firme resolución cuyo fruto pronto hemos de ver. Se despidieron tristemente para ir á la cama. Mas antes de llegar á ella oyeron gran tumulto en la casa vecina, que era la de la tía Basilisa, gritos, lamentos, imprecaciones.

Si le había prometido quedarse viuda, ha cumplido su palabra antes que usted. Ha sido la primera en llegar a la cita que le ha dado usted, y yo temo... ¿Qué teme usted? Ser un obstáculo, puesto que mi vida le separa de la dicha y que mi salud le hace perder toda esperanza. Su vida y su salud, Germana, son presentes de Dios.