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Limpiad los ojos humidos del llanto, Mugeres tiernas, y tené entendido Que vuestra angustia la sentimos tanto, Que responde al amor nuestro subido, Ora crezca el dolor, ora el quebranto, Sea por nuestro bien diminuido, Jamas en vida ó muerte os dejaremos, Antes en muerte y vida os serviremos.

Apenas un movimiento un poco rápido del pecho y un ligero temblor de sus hermosos ojos indicaban la angustia que la torturaba. Estaba en apariencia tan tranquila como la más indiferente de las invitadas de Harvey. Tragomer eligió aquel momento para levantarse y saludar á la cantante. Jenny le vió aproximarse y un escalofrío recorrió sus carnes satinadas, pero no volvió siquiera la cabeza.

Dimmesdale pensaba en su sepultura, se preguntaba si sería posible que la hierba creciera sobre ella, puesto que allí había de enterrarse una cosa maldecida. ¡Es inconcebible la angustia de que le llenaba esta veneración pública!

Yo vi a éstos avanzar por la carretera, y entre el denso humo distinguimos un hombre puesto al frente del valiente batallón y blandiendo con furia la espada; un hombre de alta estatura, el rostro desfigurado por la costra de polvo que amasaban los sudores de la angustia; de uniforme lujoso y destrozado en la garganta y seno, como si lo hubiera hecho pedazos con las uñas para dar desahogo al oprimido pecho.

Llegaron sin tropiezo á la puerta de la torre y el escudero francés, que procuraba abrirla, lanzó de repente un grito de angustia y desesperación. ¡Esta no es la llave! exclamó, y fuera de dió dos pasos en dirección del ala del castillo que acababan de dejar, como si quisiera ir á pedir al cadáver de su señor la llave salvadora.

Míralo bien, Yolanda digo; porque, como esta noche, muchas otras veces hemos de estar juntos y hemos de alegrarnos de ello. Ella se inclina lentamente y cierra los ojos del todo... ¡Pobre criatura! ¡pobre criatura!... Y la angustia me corta casi la respiración. Entonces les grito: ¡Un poco de alegría, hijos míos! Lotario, cuéntanos, pues, algunas de tus calaveradas.

Desde lo alto del Goethe, inmóvil como una isla, parecían insignificantes las ondulaciones que venían a chocar contra sus costados; pero al mirar la luz que se aproximaba titubeante, algunas mujeres daban gritos de angustia.

Después de este combate moral vi a Malespina con gozo porque estaba vivo, y con lástima porque estaba herido; y aún recuerdo con orgullo que hice esfuerzos para demostrarle estos dos sentimientos. ¡Pobre amita mía! ¡Cuán grande había de ser su angustia en aquellos momentos!

Pues , en Abril vuelvo, y para entonces tengo la seguridad de que...». Tuvo que ponerse rígido, porque desde el centro del cuerpo le subía por el pecho un bulto inmenso, una ola, algo que le cortaba la respiración. Alargó el brazo como quien acompaña del gesto un vocablo; pero el vocablo, expresión de angustia tal vez, o demanda de socorro, no pudo salir de sus labios.

Y sin embargo, á pesar de lo imponente que á veces se volvía aquella voz, tenía siempre algo esencialmente quejumbroso. Había en ella una expresión de angustia, ya leve, ya aguda, el murmullo ó el grito, como quiera concebírsele, de la humanidad sufriente, que brotaba de un corazón que padecía é iba á herir la sensibilidad de los demás corazones.