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Porque no me da la gana..., hala... respondía Mariano saliendo de su somnolencia intelectual por la virtud de un pellizco. Pues ve a que te mantenga el obispo. No necesito que usted me mantenga. Tengo de acá. ¡Anda, anda, chaval desorejado!... ¡Y con qué tipos te ajuntarás para allegar eso! ¿Qué diabluras haces? ¿En qué te ocupas por las noches? ¿Qué llevas aquí debajo de la blusa? El copón.

Hoy, el mar se industrializa por momentos; el marino, en su barco de hierro, sabe cuánto anda, cuándo va a parar; tiene los días, las horas contadas...; entonces, no; se iba llevando la casualidad, la buena suerte, el viento favorable. En aquel tiempo, todavía el mundo estaba mal conocido, todavía había derroteros tradicionales y una inmensidad de Océano en blanco jamás visitado por el hombre.

Marcos dijo Hullin , perdóname; he dicho mal; ¡he sufrido tanto en estos días!; la desgracia me hace desconfiar; dame la mano... ¡Anda, ve, sálvanos, salva a Catalina, salva a mi hija! Desde ahora te lo digo: no tenemos más recurso que . La voz de Hullin temblaba. Divès aceptó aquellas explicaciones, pero añadió: ¡Bien está, Juan Claudio!

I viniendo á lo que anda mas acreditado en las plumas de doctos varones, digo que los israelitas en tiempos de la dominacion romana en España, tenian poquisimas noticias de las tierras i cosas occidentales; porque como no habitaban en las riberas del mar, ni hacian navegaciones de una parte á otra para vender sus mercaderías, ni se fatigaban en peregrinar por el mundo para ver nuevas regiones, nuevas gentes i nuevas costumbres, tan solo conocian los reinos que lindaban con los suyos, así por la vecindad como por las guerras i cruelisimas discordias que los varios intereses entre unos i otros levantaban.

Y, no creas, Tomasa continuó , que he venido a verte sólo por conveniencia; esta tarde estaba triste en palacio, me aburría. Visitación anda ocupada con unas amigas de Madrid, y yo he sentido ese arrechucho que me da de vez en cuando al recordar el pasado. Sentía necesidad de verte, y he pensado además en que el jardín de la catedral es siempre fresco.

No lloro por lo que usted cree suspiró ella , lloro por misma, por mi desgracia, que no tiene remedio. Estoy sola en el mundo. Mi marido no ha vuelto á casa hace dos días... y tal vez no volverá. ¡Quién sabe qué calumnias le han contado!... Me quedaban mis amigos, mis buenos amigos; el uno ha muerto y el otro anda fugitivo. Sólo podía contar con usted... ¡y usted se marcha para siempre!

Y luego, que no se lo han de decir a uno todo de la primera vez, porque es tanto que no se lo puede entender todo, como cuando entra uno en una catedral, que de grande que es no ve uno más que los pilares y los arcos, y la luz allá arriba, que entra como jugando por los cristales; y luego, cuando uno ha estado muchas veces, ve claro en la oscuridad, y anda como por una casa conocida.

Y ¿qué dirán mis insulanos cuando sepan que su gobernador se anda paseando por los vientos?

Ya está aquí... Gracias, señora Catana: bien que la culpa no es suya ni de la cocinera, sino de nuestro madrugón, inesperado en la cocina... ¡Ea! don Claudio, adentro con eso... No tienen mala traza esos bollos. Hombre, ¿qué tal se anda aquí de pan? Bastante bien, como de carne y de leche... y de confituras. Pues estamos como queremos... Si te digo, Nieves, que esto de Peleches es Jauja...

¡Ah! ¡Un ensalmador de condenados, reparador de injurias y falsificador de doncellas! Conozco al tal. ¡Pero vos conocéis á todo el mundo, don Francisco! dijo Dorotea. Conócenme á todos; no es mía la culpa; el que en enredos anda, enrédase. Yo creo haber oído hablar de ese Cornejo dijo Dorotea.