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Cuando desapareció, el artista, cuyo carácter era firme cual la roca, enjugó, sin embargo, una lágrima. Después se levantó, tomó su paleta y púsose a pintar. Al día siguiente experimentó la sorpresa de ver a Calvat entrar en el taller. ¿Cómo te atreves a presentarte en mi casa? le preguntó con amenazadora gravedad.

En otro momento hubiera tenido que ver el arranque de cólera de Dupont ante las amenazas y las insolencias de su dependiente. Pero ahora parecía intimidado por la mirada del joven, por el acento de su voz, que temblaba con expresión amenazadora. ¡Hombre!, ¡hombre! exclamó, queriendo indignarse sin conseguirlo, y adoptando una dulzura bonachona. Piensa lo que dices.

Mientras tanto, los ojos saltones de su camarada le miraban con tal expresión amenazadora que parecía que iban a brincar de las órbitas y lanzarse sobre él; crecían por momentos como los de una langosta. ¿Y por qué de patatas guisadas? Yo tengo tantos hígados como usted, ¡porra! y lo he probado en la acción de Orduña y en la de Unzá, y por algo tengo en mi casa seis cruces.

Ciertamente, si el meteoro iluminó el espacio é hizo visible la tierra con un fulgor solemne que obligó á recordar al clérigo y á Ester el día del Juicio Final, en ese caso Rogerio Chillingworth debió parecerles el gran enemigo del género humano, que se presentaba allí con una sonrisa amenazadora reclamando lo que le pertenecía.

¡Asesino, calumniador, sacrílego! repetía la cabeza; te acuso, ¡asesino, asesino, asesino! Y resonaba otra vez la carcajada seca, sepulcral y amenazadora como si absorta la cabeza en la contemplacion de sus agravios no viese el tumulto que reinaba en la sala. El P. Salví se había desmayado por completo. ¡Piedad! ¡vive todavía!... repitió el P. Salví y perdió conocimento.

Un solo collar de perlas rodeaba su cuello y una peineta de brillantes chispeaba en su cabellera castaña. Con expresión imperiosa y casi amenazadora paseó una mirada por el auditorio como si buscase á los que debían atacarla y al que había prometido defenderla, y sus ojos pasaron sin detenerse por Marenval, Tragomer y Vesín, para detenerse interrogadores en Sorege.

Tenía todavía el Ayuntamiento su morada en el edificio del Corral de los Olmos, y allí acudió el pueblo en actitud amenazadora, arrojando multitud de piedras y pidiendo pan con voces estentóreas.

Federico trató de calmarla; pero viendo que no lo escuchaba, pasó por la abertura y desapareció tras de la cerca. ¿Qué hay? ¿Qué ha sucedido? exclamaron a un mismo tiempo la viuda y la campesina, que habían acudido al jardín . ¿Quién ha hablado de la condesa en voz tan alta y amenazadora?

Hoy, que la esclavitud y el trabajo han construido caminos suntuosos para los cambios corruptores del comercio y para las invasiones de la guerra, las hoces se desarrollan de una manera menos amenazadora en las profundidades del precipicio y la cabra montes, sorprendida de que una mano servil haya osado embellecer su morada, no se aventura ya en los caminos del hombre.

Y como movidos por una misma descarga eléctrica, todos aquellos hombres levantaron sus nudosas manos con amenazadora energía. ¡Muy bien! exclamó triunfante y, dirigiéndose luego hacia Delaberge, con mirada retadora le dijo: Señor, nada más tenemos que decirle en estos momentos... En el término de veinticuatro horas, recibirá usted nuestra respuesta por mano del procurador.