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Tenía doce años y pasaba con razón por un muchacho imbécil: no sabía leer sino silabeando torpemente; las letras, formadas en línea, nublaban mis ojos, y al querer mover la lengua para pronunciar las palabras, la sentía amarrada por ligaduras crueles, que me hacían tartamudear y sentir delante de los extraños la herida profunda y venenosa del ridículo.

Se cuenta que en estas cavernas habita encerrado un genio enamorado de una diosa, que á su vez llora ausencias amarrada á las peñas del Griñong de Albay, atribuyendo aquellos naturales que este cautiverio durará hasta que rompa las cadenas el gran monstruo que habita en las profundidades del volcán.

El muchacho, antes tan sólido y bien equilibrado, mostrábase inquieto y nervioso, lloraba a solas por cualquier cosa o se entregaba a expansiones infantiles; pero a pesar de esto, era más feliz que nunca. Su antigua vida parecíale la existencia soñolienta de una bestia amarrada a la estaca, rumiando la comida o durmiendo, sin noción alguna de un más allá.

No me atrevía a sacar ninguna; pero la patrona que tenía en Santiago me convenció de que, atando un bramante a la muela y sujetándolo por el otro cabo al techo, poco a poco iba saliendo sin dolor. Me senté en una silla, ¿sabe usted? y cuando ya la muela estaba bien amarrada, la huéspeda tira de la silla y me deja colgando. ¡Claro, no tenía más remedio que saltar!...

Una lancha estaba amarrada a la orilla: saltó sobre ella con alegría y no habiendo remos se balanceó un rato gozando la grata impresión de hallarse a flote. ¡Lástima de remos! Si los tuviera se habría lanzado al medio segura de no haber olvidado aún su manejo. Con pesar volvió a saltar a tierra.

Habían arriado sus gavias, sus foques, su vela mayor, y huían con el viento de proa sólo con el aparejo de mesana; había sido amarrada la barra del timón, y los sesenta y tres hombres que componían las dos tripulaciones, estaban muy ocupados en el sollado poniéndose a bien con Dios. Como no había ningún sacerdote presente, se confesaban los unos a los otros.

Mauricia aprovechaba el silencio de la sala de labores para lanzar en medio de ella un gato con una chocolatera amarrada a la cola, o hacer cualquier otro disparate más propio de chiquillos que de mujeres formales.

Sin embargo, contra lo que podía esperarse, esta expedición de tan pacífica apariencia, no debía terminar sin emociones ni peligros. El señor de Bevallan, en vez de ganar la ribera directamente frente á la pequeña ensenada en que estaba amarrada la barca, tuvo la malhadada idea de atravesar por un punto más vecino á la catarata.

Tiene de ancho este rio mas de 300 varas en dicho paso y todo á nado. En este mismo dia se determinó mandar una partida de 10 indios con un cabo de los nuestros y dos soldados, los que pasaron á nado en sus caballos, llevando la ropa en una pelota de cuero, y los indios en unos palos á modo de balsa, la que iba amarrada á la cola de un caballo.

Era blanca la casa, blancas las persianas, blanca la verja, blanca la tienda de campaña de blanco pabellón ya levantada en la playa, blanca la lancha amarrada a la orilla; blancos los rosales que florecían en los cuadros, los geranios que adornaban la entrada y los claveles que perfumaban el jardín.