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Yo le di mi conformidad, y hoy pensaba llevarte conmigo... pero ya no me atrevo, hija, ya no me atrevo. Habiendo de por medio esta pestilencia, no puedes rozarte... Yo había determinado que fueras todos los días a recoger la comida sobrante en casa de la que fue tu ama. ¿Y ya no...?

Caballeros, según me acaba de decir mi compañero de abajo, son las ocho en el reloj del Gobernador. Excusamos manifestar los conflictos que pueden originar el día en que el ama de llaves, deje de usar la destinada á la alimentación del reloj municipal. El Gobierno, no solamente da la hora, sino que también la dirección á las bancas y botes. Y aquí necesitamos dar otra explicación.

El cual mayordomo salió del despacho por la puerta de escape, casi andando hacia atrás, y sin que a la vista más sutil le fuera posible leer en su cara enjuta la impresión que le habían causado más adentro las palabras Y la determinación de su ama y señora.

Aún no había salido del primer encantamiento de su existencia plácida, ordenada y tranquila al lado de Feli. La muchacha se revelaba como una excelente ama de casa. Descendía por las mañanas a la plazuela con mantón y cesta; después, pasábase el día con los brazos arremangados, cocinando, sacudiendo el polvo, repasando la escasa ropa de Isidro. Nunca había ido éste tan pulcro.

Debió de penetrar la maldita gata aquella en el pensamiento de su ama, pues como si contestara a una pregunta, le dijo de buenas a primeras: «Pues ahorita, cuando bajé a la carnicería, ¿sabe?, encontreme a la señorita Cirila. Me preguntó por el señorito, y dijo que pasaría a verla a usted, sin decir cuándo ni cuándo no.

Y cuando alguna vez oigamos esos tiros tan alegres que suenan en el café y dentro de las casas, podremos decir: «Gracias a nuestra ama hemos sentido también dentro del cuerpo esa descargaBendita sea la mano que sabe dar cosas tan buenas y que no arrepara a quién las da.

¿Y hablaba de ella con usted? ¡Antes me ha declarado usted que no le había dicho una palabra de eso! Pero si hablaba con usted de la otra ¿no la amaba a usted? Nunca me ha amado. No obstante la impasible frialdad de ese rostro de estatua, había en las últimas palabras de la joven un eco doloroso que hizo pensar a Ferpierre: «¡No miente!» Y usted le amaba; ¿le ama aún?

a ciencia cierta, pues, que me ama profundamente en ese estado, no ignorando tampoco que en sus momentos de lucidez no tiene la menor preocupación por mi existencia, presente o futura. Esto crea así un caso de sicología singular de que un novelista podría sacar algún partido. Por lo que a se refiere, decir que esta doble vida sentimental me ha tocado fuertemente el corazón.

Y he aquí, querido Sarrió, que usted se regocija, allá en las intimidades de su espíritu, con una hecatacombe de esos patos, que son la alegría de un hombre sencillo, que, como San Bernardo, ama todo lo que Dios ha creado. Este buen hombre que es obispo ha convidado a almorzar a Sarrió y Azorín.

El hombre ama las riquezas, la gloria, los placeres, pero tambien ama mucho el no hacer nada; esto es para él un verdadero goce, al que sacrifica á menudo su reputacion y bienestar. Dios conocia bien la naturaleza humana, cuando la castigó con el trabajo; el comer el pan con el sudor de su rostro es para el hombre una pena continua, y frecuentemente muy dura.