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La entrada de este puerto es dificil de conocer al que no lleva mas señal que la altura, porque desde fuera solamente se ve la primera ensenada, casi toda llena de bajíos; pero será muy fácil de conocer dicha entrada, gobernándose por las señas siguientes.

El ejemplo más notable que conozco en la edad moderna es el del abate Prevost, cuyas facultades creadoras, á juzgar por las numerosas obras que ha escrito y yacen en el polvo, no rebasaban mucho de la medianía. Un episodio interesante, tal vez de su vida ó de la de algún amigo, le ha llevado á la altura de los dioses mayores de la poesía.

El autor del libro de que voy aquí á dar cuenta, ha venido á colocarse á no poca altura, en compañía de tan ilustres críticos y eruditos.

Entre las tradiciones del Salto se cuenta aquel rasgo de maravillosa sangre fría del doctor Cuervo, que, atado al extremo de un cable, se hizo descender al abismo por medio de un torno, dice que depositó una botella con un documento a unos sesenta metros más abajo del nivel de la catarata, y luego de gozar largo rato el espectáculo soberano de las aguas en medio de su caída, volvió a subir, llegando a la altura sano y salvo.

A la otra parte del río existen aún las enormes rocas donde estuvieron las célebres prisiones de Pierre-Chatel, cuyo edificio pertenecía al Estado. El paisaje es allí magnífico e incomparable: entre dos rocas enormes hay un desfiladero: después de los días transcurridos, aún temo que aquellas masas de prodigiosa altura se desprendan y nos sepulten entre sus peñascos.

Tal vez mejor que muchos, pues es sencillo, todo de una pieza, sin engaños ni hipocresías. Un hombre: lo has dicho. Soy un hombre como los demás. Los que llegamos a cierta altura somos como los santos que están en las fachadas de las iglesias. De abajo, causan admiración por su hermosura; vistos de cerca, producen horror por la fealdad de la piedra roída por el tiempo.

No podía comprender que este mozo pequeño, enjuto y enclenque en apariencia inspirase miedo á nadie. Lo contempló con una curiosidad algo irónica desde la altura de su corpulencia; le acarició los brazos con sus manazas, sonriendo al encontrar inmediatamente el hueso bajo los músculos nervudos pero delgados. Un recuerdo surgido repentinamente en su memoria hizo esta sonrisa más insolente aún.

Mas, apenas la hubo visto Ambrosio, cuando, con muestras de ánimo indignado, le dijo: ¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? ¿O vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición, o a ver desde esa altura, como otro despiadado Nero, el incendio de su abrasada Roma, o a pisar, arrogante, este desdichado cadáver, como la ingrata hija al de su padre Tarquino?

Un farol de hierro con un vidrio empañado, clavado á grande altura en la pared, arrojaba una luz turbia sobre el calabozo destartalado, negro, húmedo, un verdadero antro, alrededor del cual había un poyo de piedra.

El establecimiento de locos de Rio Janeiro está á la altura de una casa de la misma índole de Europa: grande, espacioso, bien situado, con excelente policía interior: cosa rarísima en el Brasil: con buen sistema higiénico, con hábiles profesores, con muy buena asistencia.