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Pero sobre todo, ¡qué color incomparable en aquellos rostros, en cuyo cutis parece haberse «disuelto la luz del día»; con qué tranquilidad pasan mostrando los hombros torneados, el seno firme, los brazos de un tejido blanco y unido, la mirada serena, los labios rosados, la frescura de una boca húmeda y un tanto altiva!... Tengo a mi lado, en el stall contiguo, una señora que no me deja oír la música con el recogimiento necesario.

Julita R *, una jovencita muy linda, que tampoco inspiraba simpatías a la altiva dama, había sido arrojada de casa de los señores de M * por haberla hallado encerrada en el cuarto del primogénito, un chico de quince años". Estas y otras noticias del mismo jaez dejábalas caer el gallardo mancebo de sus labios con cierta displicencia cómica que despertaba el buen humor de la bella.

Cuando era una niña alta y de figura sinuosa, en los primeros días de nuestra amistad, conocí que era altiva, de elevados pensamientos y tenaz, pero, al mismo tiempo, de una índole dulce y afectuosa, que la hacía atrayente y simpática para todos aquellos que la conocían y tenían contacto con ella. Su natural era tan tranquilo y suave, que el amor en ella parecía un impulso inconsciente.

Procuró dar á su rostro la misma habitual expresión indiferente y altiva y, después de saludar á las tres ó cuatro personas que allí había, preguntó á Joselillo: ¿Ha venido algún recado para ? No, señor respondió el chico. Subió á su cuarto y se dejó caer en la cama fatigado del largo paseo que había dado y más aún de tanto pensar en la misma cosa.

Conocíase esto en el modo de caerle la ropa, en no qué corte viril de las rodillas y los hombros; además, se traslucía en aquel hombre la altiva superioridad que dan juntamente la riqueza, el nacimiento y el hábito de ser obedecido.

Experimentaba Pilar malsana fruición en recorrer aspectos del cosmorama de la vida, donde nunca fijaban sus ojos las hijas de los grandes de España por ella tan envidiadas, y que, por entonces, viviendo en la claustral atmósfera de sus palacios, vigiladas siempre por la institutriz rígida, llevan en la frente, a los veinticinco años, el sello de su altiva inocencia.

Esta arrojó al Romano caballero En el abismo de la ardiente cueva, De limpio armado, y de luciente azero. Desde la ardiente Libia hasta la helada Citia lleva la fama su memoria, En grandiosas obras dilatada. Enfin ella es la altiva vanagloria, Que en aquellas hazañas se entremete, Que llevan de los siglos la vitoria.

Una mujer blanca como la nube, blanca como la vela, blanca como la espuma. Su cabellera verde estaba adornada con perlas y corales fosforescentes; su sonrisa altiva, de soberana, de diosa, venía á completar la majestad de esta diadema.

El glorioso Bartolo aprovecha la confusión para acercarse á Nolo y le dice: Ya que esta noche en la peña de Sobeyana habéis zurrado la piel á esos cerdos de Lorío. Todos te lo agradecemos, Nolo. En este pueblo siempre tendrás guardadas las espaldas. Muchas gracias, Bartolo responde el héroe mientras en sus labios se dibuja una sonrisa altiva. Nada de eso que me dices.

Su vida interna, durante aquellos seis meses, había sido devorada por una actividad febril, ansiosa, mareante, disimulada con esfuerzo bajo actitud tranquila y altiva. A veces la sorda irritación que la minaba no podía resistir tanta presión, y estallaba en un flujo de palabras candentes, injuriosas, que pronunciaba en voz baja, al advertir algún signo de inteligencia entre los traidores.