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Si el voraz diente de los monstruos marinos ha respetado las osamentas humanas, en el profundo abismo, sobre un lecho de algas y corales habrá entrelazados restos de dos seres. Entre los pasajeros venían dos jóvenes que hacía pocos días se habían jurado fe eterna al pie de los altares.

Sentáronse los duques con sus comensales, ateniéndose más a la confianza que a la etiqueta, y se comió luego como se comía en aquella casa cuya mesa era uno de los mejores altares que pudo desear la gula.

Los altares eran hermosos, como los platos montados de un banquete. Mármoles de color de caramelo, de color de miel, de suave fresa, de un verde de fruta escarchada, de una blancura tierna de merengue. Sentíase el deseo de morder aquella piedra, pulida como un espejo, que daba á los ojos una sensación de dulzura.

4 Edificó también altares en la Casa del SE

La misa terminó, algunas señoras se pararon, persignándose; en seguida, con un sofocado rumoreo, todo el elegante gentío se levantó también, y lentamente, formando hilera, comenzó a salir. Los bancos quedaron vacíos. Apagados los cirios, una penumbra en el silencio fue amortiguando el brillo de los altares, y las estatuas vestidas de los santos se anegaban de sombra en sus nichos.

Hubo en la antigüedad altares para los «dioses ignorados». Consagrad una parte de vuestra alma al porvenir desconocido. A medida que las sociedades avanzan, el pensamiento del porvenir entra por mayor parte como uno de los factores de su evolución y una de las inspiraciones de sus obras.

Juanito, a las tres de la tarde, había ido a ponerse en acecho cerca de la casa de Tónica, esperando que ésta saliese con Micaela para ver los altares. Una vecina le avisó que ya habían salido, y el joven lanzóse en su persecución, corriendo de uno a otro altar, sin conseguir encontrarlas.

Aquella señora que Rafael se imaginaba allá en Madrid con todos los esplendores y adornos que el Padre Eterno tiene en los altares, vencida por telegramas y súplicas, prolongaba la vida del sentenciado. El indulto produjo en la cárcel un estrépito de mil demonios, como si cada uno de los presos hubiera recibido la orden de libertad.

Castellar dispuso se llevase a la Catedral las imágenes de la Virgen del Rosario, Santo Domingo y Santa Rosa en procesión solemne, que atravesó muchas calles ricamente adornadas y en las que había altares y arcos de mucho costo. Hízose un novenario suntuoso, costeando de su propio peculio la devota virreina doña Teresa María Arias de Saavedra los gastos de tan magníficas fiestas.

No sabemos qué lugar ocuparon los dos regios cadáveres; posible parece que se destináran á cobijarlos los dos arcos rehundidos que vienen á ocupar el centro de los dos lienzos de oriente y poniente, donde vemos hoy dos altares.